domingo, 11 de diciembre de 2011

Big ban



En ocasiones exploto como un gran agujero negro de antimateria. Hago limpieza, saco los trapos sucios y les pego un meneo, los clareo con lejía, los lavo y plancho y los vuelvo a meter en el desván de mi interior limpios, relucientes, ordenados.
Normalmente es una tarea en solitario que se produce sin intervención de mi voluntad y mucho menos de mi deseo. En la limpieza general de este año tuve el inmenso placer de contar con la inestimable ayuda de una amiga. A raíz de una pelea de esas tontas, adolescentes que tenemos las mujeres de vez en cuando y de las que salimos amigas con A mayúscula o dejamos de vernos, unas veces por un tiempo, o para unos cuantos años hasta que las esquinas, que tienen la mala costumbre de juntar a aquéllos que se separaron, les da por hacernos chocar.
Andaba yo dándole vueltas a qué me estaba pasando, revisando pasados, historias, conversaciones y paseos para situarme en un lugar en el que sentirme yo, sentirme no traicionada por mi misma. Andaba yo entre la narcolepsia y la ansiedad, el aburrimiento y la locura. Andaba yo perdida en un camino de encrucijadas que conducen a más cruces, más elecciones, más interrogantes. Sin brújula a la que creer pero sin poder pararme, sin rescate.
Sin prisa pero sin pausa para poder extraer conclusiones acertadas, derivar premisas certeras de las que de forma clara y distinta distinguiese una silueta propia, cuando mi amiga, que es clara como el agua clara, que a ratos es camionero, a ratos pin-up, gilda, victoria kent o madre cómplice. Que no tiene pelos en la lengua porque no sabe lo que es eso, que también explota como cauce lleno, dejándose llevar por la hierba y el sol, una vez ha estallado. Que no tiene orgullo porque está orgullosa de ser quien es, porque aunque es fácil hacerle daño, también lo es el encontrarla mirándote a los ojos, dándote abrazos a saltos, contándote sin pudor y con la emoción a medio camino entre el estómago y el pecho, lo inombrable.
Y de pronto me encuentro sentada en mi cocina, sintiendo que la voz que está detrás de la imagen que proyecto está ocupándolo todo. Me encuentro actuando y no observando. Y el momento es sencillo, intenso, fácil.
Así que gracias, muchas gracias por haberte arremangao, recogido el pelo, ensuciándote en mi limpieza de este año. Muchas gracias por aparecer sin ser llamada, por darme abrazos a saltitos, por ser tú por encima de mis malestares. Porque hoy tengo mis trapos más ordenados, más limpios y con un nuevo olor a canela. Gracias por no esperar a que las esquinas nos encuentren, por ser una intensa, por hablar como una cotorra, por tener esas ganas de contar con los demás, por pretender dejar los dramas para los teatros y, sobre todas las cosas, por ser una de las personas más generosas que he conocido. Gracias Montse.

martes, 1 de noviembre de 2011

Otoño


Aroma de humo y agua en el aire anunciando el frío y el encierro.
Tras mis pasos, mi perro camina tranquilo mirando hacia atrás por si me pierdo. Busco entre las tapias los restos de las flores y encuentro primaveras con las esquinas intactas, altivas de hermosura, burlándose del tiempo y las estaciones. A su lado los árboles pierden sus hojas, lentamente, como relojes de arena en medio de una duna. No existe la prisa en mi paseo, ni siquiera los pájaros se molestan en aletear planeando en las corrientes de aire, deslizándose ligeros entre nubes.
Y pienso y sonrío pues nada interrumpe mi paso hacia al mar, que oigo, que huelo, como promesa, como la cita de mi vida que llega en el preciso instante en que ya no la esperas. Paseo en mañana de domingo, antes de que las campanas llamen a misa, antes de que los periódicos irrumpan la tranquila inconsciencia de la vida en solitario. No hay más habitantes en el mundo que vento y yo. No hay más necesidad que el siguiente paso de mis pies. Qué felicidad no tener nada más que un camino hacia el mar y un perro que siga mis pasos. No necesito nada, no soy nada más, no hay mundo fuera de estas tapias llenas de hiedra roja. No hay nada más y no me importa.

jueves, 13 de octubre de 2011

Aniversario


Encontré el caminar de tus pasos
entre el ruido de mis lamentos y los silencios de mis sonrisas.
En la frontera entre lo familiar y lo extraño,
lo cercano y lo ignoto,
lo deseable y lo aborrecible.
A la cerradura de mi puerta
aceitaste y doraste sin prisa pero sin pausa.
No hubo mariposas que lo inundasen todo de color
en un tiempo en que los relojes tañían en otras muñecas.
Fue un camino caminado de puntillas,
sin convicción,
pero con fe.
Sin esperanzas pero confiado,
sin arrebatos pero sentido.
A la calidez que no quema sé que le pongo reparos,
al silencio como escenario conjuro desapariciones,
a las coreografías horizontales desato colibríes,
y grito, lloro, huyo, vengo, me acerco y alejo,
me alejo y acerco
con forma de orilla,
con tempestad desatada,
con rayos y truenos,
olvidos y ruegos.
Y todo eso soy
y todo eso eres.
Y cuando somos ambos
que dulce es
coger tu mano y...
seguir caminando.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Congelados


Hay personas con las que intentas compartirte pero a las que no llegas. Personas que no se enteran de que es de bien nacido ser agradecido, de que no todo vale y de que no todo cae por su propio peso.
Este finde me he encontrado con dos especímenes de esos a los que yo denomino congelados. Les llamo así porque sus emociones no suben a la superficie, todo parece que les resbale y te tratan como si las atenciones que les otorgas, fuesen un don que te conceden por prestarte sus orejas durante los escasos setenta segundos que son capaces de escucharte.
Hay personas que fueron amigos en la adolescencia, cuando eran luminosos, cuando tenían curiosidad, cuando el encontrarte era un placer y el despedirte una lástima. Qué les ha ocurrido? Porque su mundo sólo se pinta en gris, porqué nada de lo que rodea sus cotidianas vidas tiene un ápice de aventura. Porqué te tratan como si te tuvieran pegada a su coxis aunque haga meses o años que no les ves.
El cariño de la amistad es una de las mejores cosas de ser humano. Sin la alegría que da el compartirte con los amigos el mundo es hastío, frío, desesperante.
Observo que los congelados se descongelan cuando la ingesta de alcohol es de tamaño monumental y es entonces cuando se deciden a contarte algo de sus almas. Qué absurdo me resultan las conversaciones sociales que se sostienen durante toda la jornada. Si no puedo ver en tus ojos, si no tengo ni idea de qué pasa en tu vida, de qué necesitas, qué te duele o que te hace reír, puedo llamarte amigo?
Yo no, para mi eres un congelado y ya se sabe el frío que hace en la zona de congelados de los supermercados de nuestras ciudades. Hace falta una buena chaqueta para permanecer más de unos minutos en sus pasillos. Yo hoy no tenía chaqueta y ahora estoy aterida.

viernes, 5 de agosto de 2011

Roce en el querer


Decía la canción que un roce en el querer dobla a cualquier hombre (entiéndase hombre en el sentido más genérico y menos de género del término). Paseo por los blogs de amigos de los amigos en este verano tan raro, tan de parón, tan otoñal que estoy viviendo en estas tierras del Norte. En todos los blogs las heridas se parecen, cauterizadas algunas, sangrantes otras, infectadas las menos.
Me pregunto cómo es posible que tras tantos años de ¿evolución? con tantas re-voluciones a nuestras espaldas, no hayamos encontrado la manera de llevarnos bien.
La manera de no hacer daño cuando una relación se acaba, el camino del encuentro y no del desencuentro. Las relaciones son el campo de tiro del desarrollo del ser humano. No podemos vivir ni con ellas ni sin ellas. Los que están en pareja quieren no tenerla, los que no la tienen quieren compañía... no hay Dios que nos comprenda. Siempre en contradicción, siempre en búsqueda, eternamente insatisfechos.
Los escasos momentos de serenidad se nos escapan entre las prisas, deberes, obligaciones, trabajos, deseos. No hay tiempo para disfrutar del mudar de una flor, de la humedad del aire, de una mirada bonita.
Creamos un mundo que absorbe la belleza y la convierte en rutina. Las lunas pasan por nuestros cielos ocultando un mar de estrellas que cegamos con luminosas mucho más artificiales. Los amaneceres se suceden sin ser observados. El amor inicial se transforma en silencio, desidia, rutina, asepsia sentimental. Y si miramos atrás? Si miramos atrás nos convertimos en piedra

miércoles, 27 de julio de 2011

Mi ego y yo


Tengo un Ego catedralicio, un ego hipertenso, fanático, escurridizo. Un Ego que se entiende a sí mismo los días alternos, pues de hacerlo diariamente no sería especial. Un Ego tan enorme que se complace en sentirse rarito, pues lo común, lo de todos los días no es para él.
Mi Ego narcisea en el espejo por las mañanas, mirándose ensimismado el borde de los lunares con los que construir mapas estelares que conduzcan en santo camino hacia mi morada.
Mi Ego se nutre de miradas, de gestos de adulación, de suspiros y exclamaciones todas tan falsas como él. Mi Ego no se adapta, se jacta de la diferencia porque es en la diferencia donde se mece en las tardes de siesta.
Mi Ego obvia lo que le interesa, creando morales, historias, cantos paralelos y para-lelos donde disculpar los errores, los fallos, los desaciertos.
Mi Ego se disfraza a veces de humildad, con donosa generosidad se hace cargo de desvalidos, de débiles, de confusos e inspira el camino de la solución como el mago agita su varita en el abracadabra.
Mi Ego no soporta el olvido, el desprecio, el silencio. Se retuerce, se rompe, se mancilla para salir de la oscuridad en la que lo hunden los que no se paran a mirarlo.
Tengo un Ego en venta.... alguien lo quiere?

lunes, 25 de julio de 2011


La máscara que cubrió mi rostro
despedazada,
transcurridas estaciones y trenes,
en el rostro el corazón
en el corazón la paz
en el deseo encuentro sin barreras.
En la intención el azar.

No somos ni en el recuerdo, ni en los escasos momentos en los que pareces sacar tu gran cola de pavo real. No me impresiona la familia feliz, la carrera exitosa, la purpurina que cubre de oro la piel del personaje y que necesita de los focos que la hacen brillar porque no tiene luz propia.
No necesito tus palmas en mi canto, ni siquiera que no borres las sílabas de mi nombre. No quiero una relación vacía en la que las sonrisas estén pactadas de antemano. En la que los gestos sean coreografías de lo políticamente correcto. El corsé con que te aprietas no me cabe, jamás ceñirá mis carnes por muy ajadas que estén. Prefiero la soledad al fingimiento; la oscuridad a los neones. Si mi nombre te molesta quema los diccionarios, arranca los almanaques, cierra los espacios de escritura, porque mi nombre no lo borrará tu desidia, ni tu olvido, ni tu desprecio, ni siquiera el arrepentimiento de usarlo en demasía en lugares mudos. Mi nombre te seguirá hasta el límite del mundo, aunque no quieras, aunque huyas, aunque pretendas que no exista. Yo soy la que conoce tu máscara

jueves, 21 de julio de 2011

Porqué tantos porqués


Llegamos un buen día a este mundo, salimos del vientre de nuestra madre, que se ha ido convirtiendo en un espacio angosto que nos oprime obligándonos a cambiar nuestro habitat. Salimos y lloramos, lloramos por el dolor de ensanchar los pulmones, de abrirlos para respirar. Porqué duele, porqué hay tanta luz, porqué hace tanto frío?. Hasta este momento todos nos planteamos los mismos porqués. Todos juntos y en el mismo momento.
Con el crecimiento y la infancia llegan porqués diversos. Por qué tengo que hacerlo yo y no mi hermana, por qué mi abuela no me lleva a mi y si a mi hermana, por qué he de jugar con mi hermana si lo que yo quiero es leer, por qué tengo que dormir con mi hermana. Po rqué papá nunca está en casa, por qué mi madre está de mal humor, por qué mis abuelos no bajan a mi casa, porqué porqué porqué.... Porqués distintos o iguales, situaciones diferente o parecidas, nos vamos llenando de porqués individuales, que nos hacen como personas.
En la adolescencia llegan las grande preguntas: por qué me salen granos, por qué me tiene que venir la regla, por qué mis amigos se ríen de mi cuerpo, por qué no puedo salir por la noche si mis amigos lo hacen, por qué tengo que llevarme a mi hermana, por qué mi hermano sale hasta más tarde, por qué siempre he de recoger la mesa, por qué hablo con todos los chicos menos con aquel, por qué me da un vuelco el corazón cada vez que me mira, por qué me mareo si sólo he tomado dos cervezas, por qué me metiste los dedos en la garganta ayer por la tarde, por qué me habré enrrollado con ese tío si no me gusta, por qué hay que estudiar esto si no sirve para nada, por qué tengo que hacer esta carrera, por qué no elijo yo, por qué se ha tenido que morir el abuelo, por qué ya no somos una familia feliz, por qué papá grita, por qué mamá llora, por qué mi madre me cuenta cosas que no debería de saber, por qué no lo han hecho antes, por qué estoy sola, por qué siento un vacío en el pecho, por qué no colgamos clase, por qué no nos bebemos unos vinos, por qué no nos fumamos unos porros, por qué no me besas, por qué arde mi vientre, por qué en este instante no existe nada.
Y así las experiencias que acumulamos van dejando su montañita residual de porqués. Entramos en el mundo laboral, en el mundo adulto y los porqués tienen que ver con salarios, bancos, procrear o no, casarse o no, hipotecarse o no, seguir siendo joven o no, volar en ala delta o no, nudismo o no, seguir probando drogas o no, cambiar de trabajo o no, comprar coche o no, viajar o no etc. etc. etc.
Ayer te preguntabas en voz alta por qué se había ido, porqué el amor se le disipó como la niebla en verano. Por qué no podiáis hablar como lo haciáis antes, por qué te habías convertido en ese extraño al otro lado del teléfono. Por qué tenías cita previa para ver a tus hijas, por qué sentías dolor en vez del palpitar del corazón, porqué habías llegado a una situación que ni imaginabas, por qué no eras especial, como te considerabas, y eras uno más en la humanidad. Porqué el amor no dura siempre, por qué da lugar al odio o al olvido, por qué se fue. Por qué no te atrevías a dejar definitivamente el que había sido vuestro hogar, por qué vuestros amigos se convirtieron en sus amigos, porqué el tiempo pasaba tan despacio, por qué te sientes tan sólo, porqué la confianza y la seguridad habían desparecido, por qué ya no soñabas, por qué se marchó. Por qué se defiende, por qué quiere enterrarte en un nicho de olvido, por qué no te reconoce, porqué las noches se te hacen eternas, porqué los días parecen medidos en un reloj de arena, por qué tus ojos se empequeñecen cuando estás a solas, porqué las lágrimas son calientes, por qué no quieres hablar de ella pero no puedes dejar de hacerlo, por qué te apartas de los que te aprecian, por qué te sientes un perdedor. Por qué te ha abandonado.
Hay porqués que obtienen las respuestas precisas, unas tardan más, otras son más inmediatas. Yo no puedo responder a tus porqués, sólo puedo decirte que los míos están sin contestar, que hay días que me olvido de que tengo preguntas pendientes, que hay otros que se respondieron con actos y sin palabras. Los que siguen ahí, durmiendo el sueño de los justos, vienen conmigo como viene mi piel o el color de mis ojos. No te puedo asegurar que se contesten, lo que si puedo asegurarte es que ya no duelen como puñales. Llega un momento en que la pregunta deja de ser porqué y se convierte en Cuándo.
Cuando no necesites respuestas

martes, 19 de julio de 2011


La fiesta de disfraces estaba dedicada al cine. Pensó en inspirarse en sus mitos cinematográficos pero cayó en la cuenta de que las mujeres que admiraba eran esqueletos y ella era una mujer con curvas, un tanto entrada en carnes y bastante voluptuosa, por mucho que se disfrazase nunca llegaría a asemejarse a Audrey o Katherine Herpburn. Así que optó por disfrazarse de Sofía Loren en "Mortadela". Con un buen alisado y un maquillaje profesional podría intentar emular a la diva.
Para ayudar a su reconocimiento, decidió comprar una mortadela como la que salía en la película, en la capital de la isla encontraría lo necesario. El tener un objetivo la llenó de energía y de algo parecido a la ilusión, al fin de cuentas estaba resultando divertido organizar todo el plan.
No había autobuses a la capital hasta horas más tarde, le pareció demasiado tiempo de espera por lo que buscó a alguien que la acercase por un módico precio. El peluquero se ofreció porque tenía el mejor coche y debía de ir a reponer productos para su peluquería. Nada de cobrarle, faltaría más! Si iba ir de todas formas, una damisela en apuros ... era un placer ayudarla.
El viaje se hizo eterno por la verborrea de su caballero andante, no paraba de hablar de peinados, cortes, vidas de clientas, desgracias familiares, nacimientos, muertes, comuniones, bodas. El hombre era la memoria viviente del pueblo, podría remontarse generaciones por encima de la suya para explicar con todo detalle, el nacimiento de un mechón rebelde de una señora que hacía más de veinte años que estaba muerta a la que él una vez había peinado porque le había tocado una cafetera en un concurso de la radio y tenía que ir a buscarla y como tenía que salir en el periódico, pues él que era muy pequeño se ofreció a ahuecarle el pelo por detrás (es que ella no se llegaba) y acabó haciéndole un cambio de look que aún se recordaba....
Tras darle las gracias, Olivia bajó del coche sintiendo que la cabeza le daba vueltas y que su cerebro estaba totalmente abotargado. El aire del mar la reanimó un poco y una dosis extra de cafeína consiguió devolverle la energía y el buen humor.
Tras tres horas en unos grandes almacenes lo tenía todo: la mortadela igualita a la de la película, con su redecilla envolviéndola y su papel dorado, un vestido negro con escote en forma de v que quitaba el hipo, el pelo alisado y para conseguir el largo de la Loren: unas extensiones de pelo natural que jamás pensó que se pondría. El maquillaje con potente raya negra alargando los ojos y unos carnosos labios rojos completaban el disfraz.
De lo primero que se percató cuando abandonó la peluquería era que los hombres la miraban. Pero cómo la miraban, nunca nadie había clavado los ojos de aquélla manera en ella. Realmente había comenzado a meterse en el personaje y se sentía una Ana Magnani o una degarrada Julieta Masina. Una hembra italiana, la mística del drama y la comedia hecha mujer. Siempre le habían parecido fascinante este tipo de mujeres, pero no de la misma manera que admiraba a las Hepburn. No. Aquéllas eran elegantes, distantes, frías, admirables como se admira una bailarina de clásico, o una buena pintura. Las italianas tenía el sufrimiento del mundo en sus regazos, limpiaban por igual mocos o carmín. Se les corría el rimmel cuando lloraban de risa o de tragedia. Vivían unas vidas intensas en las que no había lugar para hacese las distantes. Y los hombres las miraban, las seguían, las piropeaban, las amaban con pasión en lugares sucios, llenos de olores y sonidos. Las italinas eran mujeres de rompe y rasga. Nada quedaba de la misma forma tras encontrarse con ellas. Eran las mammas cariñosas y crueles, acogedoras y peligrosas. Las mujeres tragedia.
Todo esto pensaba en el taxi de vuelta al hotel. Faltaba una hora escasa para el baile. Tenía tiempo de sobra para refrescarse y vestirse.
- Llámame Maddalena. Come dice? Ciao bambino- Amoinó delante del espejo. Se pareció convincente en el papel, se embutió el traje negro que le quedaba como un guante. Marcaba sus caderas y su pecho. Parecía una guitarra andaluza y bromeó consigo misma acerca del tocaor que la afinase. Volvió a pintarse los labios y tras lanzarse un beso, salió de la habitación.

lunes, 18 de julio de 2011


Los anuncios de megafonía irrumpen como gotas de lluvia en hormiguero. Las actividades lúdicas comenzarían en media hora.
Hay mucho donde elegir, distintos eventos cuasideportivos en los que intentar no quedar demasiado mal.
Olivia odiaba todo lo que fuese el monitoreo de tiempo libre para adultos, le horrorizaban esos animadores sonrientes cual anuncio de colutorio que se empeñaban en que participes en activades propias de un campamento scout.
Pensaba si no se habría convertido en una aburrida y, sinceramente, le dio exactamente igual. No se veía a sí misma tirando de una cuerda o pasando por debajo de una escoba a ritmo de lambada por mucho que eso significase estar pasándoselo bomba.
Y es que no pegaba demasiado con el ambiente del hotel. Lo había elegido para salir huyendo de los fantasmas que en su casa no cesaban de aparecerse. Le pareció que nadie, vivo o muerto, en su sano juicio, se trasladaría hasta Canarias con un pack vacacional para perseguir a alguien. Así que buscó la oferta más dominguera y allá que se fue.
Lo que no imaginaba es que tras tres días, sería ella la que echase de menos a los fantasmas, la que se muriese por una conversación con alguno de ellos. Los vivos le parecían mucho más muertos que sus muertos. Optó por no pelarse con el ambiente y dejarse ir. Flotaba panza arriba en la piscina, iba del mojito a la caipiriña y de la caipiriña al mojito, comía haciendo cola, mientras sus compañeros de vacación se llenaban los platos hasta rebosar y, tras pegarle unos cuantos bocados, los dejaban abandonados en un despilfarro obsceno que quitaba el hambre a cualquiera que tuviese un minimo de consciencia... entre tanto vapor etílico.
Las salidas en grupo por la isla para visitar los lugares más pintorescos eran como el hotel, sólo que en un espacio más reducido. En ocasiones el guía era bueno y el lugar visitado interesante. Ella escuchaba con los ojos entornados entre el sol y el dulce acento isleño, saboreando cada una de las palabras. El Loro park la dejó estupefacta, el paisaje selénico del Teide le pareció un sitio como no hay dos.
En la cena del último día harían un sorteo, un regalo increíble que a nadie dejaría insatisfecho. -decía el panfletillo repartido por la monitora disfrazada de Gilda.-
¡Ven disfrazado a la cena-gala de esta noche y entrarás directamente en el sorteo!
Dónde conseguir un disfraz a las tres de la tarde con 40 grados a la sombra y en un pueblo perdido de la isla. Pensó en pasar de todo. Pero le invadió el recuerdo de su adolescencia: Una fiesta en el club naútico de su ciudad. Su madre le había obligado a ponerse un pantalón plateado con un jersey con bordados y cristalitos que dejaba los hombros al aire. Lo había comprado en un viaje a Ibiza y era lo más de lo más, sólo que para una ciudad gallega de provincias estaba demasiado "adelantado"pero a su madre le encantaba llamar la atención, ser el centro de todas las miradas, murmullos, aspavientos y esa era la vestimenta perfecta para ello.
-Hay que arreglarse para la ocasión, al naútico la gente va bien vestida y una fiesta de la juventud es una fiesta de la juventud- No entendió a qué rayos se refería pero como era su primera vez se dejó guiar.
Cuando entró en el salón toda vestida de gris plateado, se encontró con todos los jóvenes de la fiesta en vaqueros, con jerseys que les tapaban las manos y los adidas jesucristo de toda la vida.
Trágame tierra. Salió disparada de la fiesta porque todos se callaron al verla entrar... Una astronauta, una astronauta.... Pero si no es fin de año, gritaban riéndose.
Aquéllo la había marcado de tal manera que antes de ir a cualquier lugar, se aseguraba de ir vestida conforme las reglas que la normalidad de la situación requerían.
Esta vez no se iba a arriesgar a entrar en el comedor y que todos estuviesen disfrazados excepto ella. No sabía de qué ni cómo, pero lo del disfraz era un hecho.

viernes, 15 de julio de 2011

Los paraísos perdidos


Flotaba sobre la piscina dejándose llevar por los destellos dorados que el sol producía en sus párpados cerrados. Los brazos extendidos en forma de cruz y un apacible bienestar en su rostro.
Del otro lado de sí misma comenzó a llegar una música suave, que captó su atención distrayéndola del dolce far niente. Era su canción, la canción con la que años atras se identificaba. Esa que apuntas como tu canción favorita en cualquier tipo de encuesta o conversación.
Subió por los acordes de la guitarra como quien escala una gran pared, para volver a tener 20 años, para volver a tener aquel cuerpo que funcionaba a la perfección, aquellas ganas de vivir, reir, descubrir. Frente a frente con su yo más luminoso, buscó en el presente algún islote en el que poder resistir el paso del tiempo.
En su pensamiento una negación ante la manida frase de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero igual de manoseadas, de intrascendentes, de estúpidas le parecían aquéllas que hablaban de la sabiduría de la edad, o de la madurez como trofeo, o que la mejor edad de una mujer es a partir de los cuarenta años. Ella había conocido la felicidad, el amor, la aventura, las emociones a flor de piel, los descubrimientos más importantes de su vida a los veintitantos. Para ella el tiempo se detuvo en esa edad. Pensaba que no había hecho cambios significativos desde entonces, a no ser aquéllos que se derivaban de nuevas experiencias o conocimientos. Si, efectivamente, ahora sabía más, pero mucho se había perdido en el camino.
El desamor trajo desconfianza y desesperanza, los otros cambios vitales la sensación de que nada permanece inalterable, la necesidad de adaptarse. La muerte trajo vacíos, ausencias aún lloradas en los días en los que los que se fueron te hacen falta, te hace falta su sonrisa o su mirada atenta o su consejo o el orgullo de pertenecerles, de sentirles, de quererles.
No estaba en contra de envejecer, signo inequívoco de que uno está vivo. Solamente es que en esos momentos el tiempo pesaba como losa y lo que se marchó se teñía del color de la ligereza....
"En estos días no hay absolución posible para el hombre
para el animal, la fiera que ruje y canta ciega
ese animal remoto, que devora y devora
primaveras"

miércoles, 13 de julio de 2011

Sin casa


La casa es el reflejo de una misma. Y cuando no tienes casa, porque todas tus cosas están empaquetadas, tus paredes no están construídas, los muros no están pintados, no hay puertas, ni ventanas... Entonces, ¿la casa sigue siendo un reflejo de una misma?
Imaginemos que si.
Estoy por tanto en construcción, mi pasado duerme en cajas cerradas que se llenan de polvo lentamente. En su interior descansan libros, ropa, recuerdos, todo ello perteneciente a una vida anterior. El tiempo que ya no es y que acompaña, lleno de impurezas, hay que limpiarlo primero, antes meterlo en una casa que será nueva, tirar lo que ya no sirve. Quedarse sólo con lo que tenga que ver con quien soy ahora.
Sin ventanas ni puertas el frío y el calor se cuelan por igual, así como la suciedad que traiga el viento. Cualquier intruso puede quedarse y destrozar lo poco que está hecho. Lo que en mí significaría estar indefensa ante el exterior, teniendo mi interior demasiado expuesto.
En el jardín las plantas crecen, el nogal está cargadito de nueces aún soportando las incomodidades propias de una obra. Lo creativo sigue creciendo aunque un tanto sucio, pese a las inclemencias del presente.
Nada de lo que se empieza se termina de inmediato en la obra de casa. Eso me suena.

Quién dijo que la psicología era una ciencia? Ves, como este ejercicio es una chorrada? Pero que tontada que la casa sea el reflejo de uno mismo. Simplemente es un espacio donde almacenas cosas y recobras las fuerzas, vegetas viendo tv, o haces el amor... Un espacio sólo un espacio.
- Si, ese mantel tíralo lo empecé con 14 años y ya no lo voy a terminar-

martes, 12 de julio de 2011

Nublado en verano


Papeles,vidrios y pieles de frutas, alfombras de ciudad, por las que camino. Con el pensamiento yendo y viniendo, desde pasado a presente. El stop que marca el fluir del tráfico parece ser un presagio del tiempo conmigo misma, de la introspección que calma los humores, del silencio buscado que atempla chismorreos y vacuidades. Mi espíritu necesita calma, transiciones en pasos de ballet hacia un tiempo que aún no es, pero todo hace prever que será.
Me preocupo lo justo, retomo mi amistad con la lectura a la que abandoné meses atrás por incompatibilidad horaria. Es gran amiga la lectura, siempre aguarda fiel y compasiva mi vuelta, alzándome los brazos, llevándome en volandas.
Y es que no encuentro nada fuera. Fuera hay ruidos cuando yo busco música. Algunos me tildan de vanidosa, de orgullosa, de prepotente. No lo creo. Qué puedo hacer si lo que me encuentro me deja átona como un canto monódico de monjes castrados. Si mis circuitos se desconectan y me apago entre televisiones y platos.
No considero al escenario el protagonista de este drama, soy yo, autora, productora, escenógrafa la que no se siente a gusto en la piel del personaje. Se me congela la sonrisa hasta el punto que me duelen las mandíbulas de tanto hacerlo. Dentro un viento frío lo ocupa todo. Dentro no sé a dónde voy, sólo que tengo ganas de ir.

martes, 5 de julio de 2011


Sin alegría no hay curiosidad, ni aventuras, ni aprendizajes, ni amor.
Sin alegría los días se hacen grises, repetitivos, la rutina lo tiñe todo en tonos negros que encogen los espacios por los que transitamos.
Lo normal, lo cómodo, las huídas hacia delante para no aprender, para no decir, para no sentir, para no complicarse la cabeza porque hay mucha prisa, porque hay mucho miedo, porque hay mucha necesidad de no sentir, de no buscar, de que las cosas permanezcan igual para que la vida no se altere. Porque hacer algo que desate las costumbres y las transforme en sorpresas es demasiado cansado. Delante de una pantalla y tras una cortina de humo la vida pasa sin que se sobresalte. Las únicas distracciones que se plantean son problemas de cálculos, letras, números que tras un análisis detallado se solucionan en un pis pas. Ah! si todo fuera una cuestión matemática que maravilloso sería darle al enter o al delete para acabar de un plumazo con cualquier trastorno.
Y el chico que soñaba con pintar en París? El viajero aventurero y sensible? Está tras tantas capas de anestesia que ya no puede dar señales? La comodidad es un valor en sí misma? Es lo cómodo el motor de lo que elegimos?
Nadie nace sabiendo comunicarse, aprendemos de nuestros padres a expresar cómo nos sentimos o a reprimir todo aquéllo que en la familia se considera una traición al comportamiento parental. Si tenemos la suerte de nacer con unos padres cariñosos, que eleven nuestra autoestima para poder vivir autónomamente, habremos ganado muchas papeletas para poder compartirnos con los demás de forma nutritiva. Si, por el contrario, nuestros padres están ausentes, sólo se valoran las acciones que no entorpezcan el ritmo de las obligaciones de la vida y nunca se pregunta por los sentimientos, tendremos mucho trabajo personal para poder ser empáticos.
Desde mi isla tu isla está a muchas millas de viaje, si yo quiero acercarme tendré que remar en tu dirección, pero, si cada vez que llego, dejas que mi cabo quede flotando en el agua, entonces me quedo a la deriva de una corriente que no siempre tiene el rumbo de tu dirección. Si tu no remas en la mía entonces no nos encontramos.
No ver, no oír, no hablar. Quién dijo que los monos son sabios?

viernes, 3 de junio de 2011

A mis alumnos


Habito mis días a galope entre la cabeza y el corazón,
entre la prisa del reloj y el ritmo de la sangre.
Mandando mensajes al aire que contienen ecos de la historia,
recorro rayos de luz desde el inicio hasta el ocaso.
Y es en vuestros ojos que me encuentro, me reconozco
me quiero, me soporto.
Me pintáis una sonrisa en la tristeza,
eleváis mi espíritu y...
vuelo,
al país de los sueños por cumplir,
del camino por andar,
de las posibilidades abiertas en abanico,
de la sangre a galope en las sienes.
Es en vuestra mirada en la que siento
que el futuro está preñado de esperanza.
Da igual si habláis con muletillas,
si los tildes emigraron de vuestros cuentos
porque dejáis mi corazón tocado
cada vez que me permitís
acompañaros a volar,
planeando un rato a vuestro lado.

sábado, 26 de marzo de 2011

Apocalipsis


Dicen que llega el apocalipsis.
Que los estragos del propio ritmo de la naturaleza, que a nosotros se nos antojan caprichosos e injustos, son la señal de que el fin de los tiempos se acerca.
No puedo más que recordar los mil y un apocalipsis anunciados a lo largo y ancho de la historia: los maltrechos cambios de siglo, las pestes bubónicas, las enfermedades incurables que diezmaban por igual a pecadores y beatas. Los eclipses solares que ocultaban al astro rey, dios y señor de la fotosíntesis. Los movimientos de la tierra, creadores de valles y montañas. Los maremotos y riadas que ponen las tierras en su sitio, que annegan lodadales y desiertos. La esterilidad de la primera civilización que da oportunidad a los desafortunados para poblar un planeta que a fuerza de lejano se torna hostil de frontera en frontera...
No puedo más que pensar que el ritmo nos es impuesto, que el orden está realmente ordenado, que, aunque nuestros pobres ojos, nuestras pobres mentes, tilden de catástrofes todos estos y muchos más momentos planetarios, no responden más que al sostenible plan de reciclamiento que la naturaleza realiza periodicamente.
Pues no somos más que un parásito del planeta, una pequeña garrapata que le roba por igual suelo y agua. Aire y madera, fuego y entrañas. La naturaleza no es moral, simplemente es.

domingo, 6 de marzo de 2011


Y amanezco entre rayos de un estupor nuevo y desconocido, entre bajar la cuesta que separa mis dos nombres y envolverme de ti para dormirme soñando nubes algodonosas, grandes como universos. Colmarme de ti en un respiro, vaciarme por dentro de palabras y tildes. No recordar ni esperar nada, sin pasado lejano ni futuro presente, simplemente estando, quieta, despejando las telarañas que cubren de niebla mis pestañas. Sin cuerpo, sólo mi corazón latiendo al ritmo de las estaciones.
Quito las malas hierbas de mi jardín y planto buganvillas entre columnas, deseando que crezcan y florezcan en esta nueva casa. Me siento en la galería y reconozco la savia burbujeante del nogal que abraza la visión de mi misma allí sentada. Escuchando el viento, el piar de los pájaros que se acercan sin miedo a recoger las miguitas que esparcimos por el suelo. Y todo parece tan sencillo, todo tan cercano ... Descubro las pisadas de los años en los suelos de la casa. Quiénes recorrieron esas estancias? Estarán impregnadas de amor sus pinturas? Qué nos depara el sonido del mar en las noches de verano. Inquieto mi ánimo me conmino a parar, a no desear, no juzgar, no buscar más manchas al sol, no tratar de alcanzar el lado oculto de la luna para cambiarle el color, para plantarle flores al desierto.
Cómo dejar de querer vaciar de arena las playas, cómo no contar las gotas que prenden en mi pelo tras la lluvia, cómo dejar de ver lo que está oculto, cómo ser simplemente, llanamente, cómo estar de acuerdo con los líquenes y los musgos.