Del sabor de tu boca,
como fruta,
nació,
ayer,
un dragón verde.
Sus ojitos, diminutos,
abrieron brecha de fuego
por la que se me va la risa,
y se cuela el miedo.
Ya luché con dragones
en el pasado,
fieros, adultos,
conocidos de los sueños....
Pero este es un niño,
recién nacido,
en pañales,
terso,
frágil
frágil
y pequeño.
De mirarlo,
me desarma,
pero
no por ello
teme su embite
mi socarrada alma
tizón
de otras llamaradas.
Así que lo miro,
lo temo,
lo quiero.
En la imposibilidad
de moverme,
espero.