miércoles, 27 de julio de 2011

Mi ego y yo


Tengo un Ego catedralicio, un ego hipertenso, fanático, escurridizo. Un Ego que se entiende a sí mismo los días alternos, pues de hacerlo diariamente no sería especial. Un Ego tan enorme que se complace en sentirse rarito, pues lo común, lo de todos los días no es para él.
Mi Ego narcisea en el espejo por las mañanas, mirándose ensimismado el borde de los lunares con los que construir mapas estelares que conduzcan en santo camino hacia mi morada.
Mi Ego se nutre de miradas, de gestos de adulación, de suspiros y exclamaciones todas tan falsas como él. Mi Ego no se adapta, se jacta de la diferencia porque es en la diferencia donde se mece en las tardes de siesta.
Mi Ego obvia lo que le interesa, creando morales, historias, cantos paralelos y para-lelos donde disculpar los errores, los fallos, los desaciertos.
Mi Ego se disfraza a veces de humildad, con donosa generosidad se hace cargo de desvalidos, de débiles, de confusos e inspira el camino de la solución como el mago agita su varita en el abracadabra.
Mi Ego no soporta el olvido, el desprecio, el silencio. Se retuerce, se rompe, se mancilla para salir de la oscuridad en la que lo hunden los que no se paran a mirarlo.
Tengo un Ego en venta.... alguien lo quiere?

lunes, 25 de julio de 2011


La máscara que cubrió mi rostro
despedazada,
transcurridas estaciones y trenes,
en el rostro el corazón
en el corazón la paz
en el deseo encuentro sin barreras.
En la intención el azar.

No somos ni en el recuerdo, ni en los escasos momentos en los que pareces sacar tu gran cola de pavo real. No me impresiona la familia feliz, la carrera exitosa, la purpurina que cubre de oro la piel del personaje y que necesita de los focos que la hacen brillar porque no tiene luz propia.
No necesito tus palmas en mi canto, ni siquiera que no borres las sílabas de mi nombre. No quiero una relación vacía en la que las sonrisas estén pactadas de antemano. En la que los gestos sean coreografías de lo políticamente correcto. El corsé con que te aprietas no me cabe, jamás ceñirá mis carnes por muy ajadas que estén. Prefiero la soledad al fingimiento; la oscuridad a los neones. Si mi nombre te molesta quema los diccionarios, arranca los almanaques, cierra los espacios de escritura, porque mi nombre no lo borrará tu desidia, ni tu olvido, ni tu desprecio, ni siquiera el arrepentimiento de usarlo en demasía en lugares mudos. Mi nombre te seguirá hasta el límite del mundo, aunque no quieras, aunque huyas, aunque pretendas que no exista. Yo soy la que conoce tu máscara

jueves, 21 de julio de 2011

Porqué tantos porqués


Llegamos un buen día a este mundo, salimos del vientre de nuestra madre, que se ha ido convirtiendo en un espacio angosto que nos oprime obligándonos a cambiar nuestro habitat. Salimos y lloramos, lloramos por el dolor de ensanchar los pulmones, de abrirlos para respirar. Porqué duele, porqué hay tanta luz, porqué hace tanto frío?. Hasta este momento todos nos planteamos los mismos porqués. Todos juntos y en el mismo momento.
Con el crecimiento y la infancia llegan porqués diversos. Por qué tengo que hacerlo yo y no mi hermana, por qué mi abuela no me lleva a mi y si a mi hermana, por qué he de jugar con mi hermana si lo que yo quiero es leer, por qué tengo que dormir con mi hermana. Po rqué papá nunca está en casa, por qué mi madre está de mal humor, por qué mis abuelos no bajan a mi casa, porqué porqué porqué.... Porqués distintos o iguales, situaciones diferente o parecidas, nos vamos llenando de porqués individuales, que nos hacen como personas.
En la adolescencia llegan las grande preguntas: por qué me salen granos, por qué me tiene que venir la regla, por qué mis amigos se ríen de mi cuerpo, por qué no puedo salir por la noche si mis amigos lo hacen, por qué tengo que llevarme a mi hermana, por qué mi hermano sale hasta más tarde, por qué siempre he de recoger la mesa, por qué hablo con todos los chicos menos con aquel, por qué me da un vuelco el corazón cada vez que me mira, por qué me mareo si sólo he tomado dos cervezas, por qué me metiste los dedos en la garganta ayer por la tarde, por qué me habré enrrollado con ese tío si no me gusta, por qué hay que estudiar esto si no sirve para nada, por qué tengo que hacer esta carrera, por qué no elijo yo, por qué se ha tenido que morir el abuelo, por qué ya no somos una familia feliz, por qué papá grita, por qué mamá llora, por qué mi madre me cuenta cosas que no debería de saber, por qué no lo han hecho antes, por qué estoy sola, por qué siento un vacío en el pecho, por qué no colgamos clase, por qué no nos bebemos unos vinos, por qué no nos fumamos unos porros, por qué no me besas, por qué arde mi vientre, por qué en este instante no existe nada.
Y así las experiencias que acumulamos van dejando su montañita residual de porqués. Entramos en el mundo laboral, en el mundo adulto y los porqués tienen que ver con salarios, bancos, procrear o no, casarse o no, hipotecarse o no, seguir siendo joven o no, volar en ala delta o no, nudismo o no, seguir probando drogas o no, cambiar de trabajo o no, comprar coche o no, viajar o no etc. etc. etc.
Ayer te preguntabas en voz alta por qué se había ido, porqué el amor se le disipó como la niebla en verano. Por qué no podiáis hablar como lo haciáis antes, por qué te habías convertido en ese extraño al otro lado del teléfono. Por qué tenías cita previa para ver a tus hijas, por qué sentías dolor en vez del palpitar del corazón, porqué habías llegado a una situación que ni imaginabas, por qué no eras especial, como te considerabas, y eras uno más en la humanidad. Porqué el amor no dura siempre, por qué da lugar al odio o al olvido, por qué se fue. Por qué no te atrevías a dejar definitivamente el que había sido vuestro hogar, por qué vuestros amigos se convirtieron en sus amigos, porqué el tiempo pasaba tan despacio, por qué te sientes tan sólo, porqué la confianza y la seguridad habían desparecido, por qué ya no soñabas, por qué se marchó. Por qué se defiende, por qué quiere enterrarte en un nicho de olvido, por qué no te reconoce, porqué las noches se te hacen eternas, porqué los días parecen medidos en un reloj de arena, por qué tus ojos se empequeñecen cuando estás a solas, porqué las lágrimas son calientes, por qué no quieres hablar de ella pero no puedes dejar de hacerlo, por qué te apartas de los que te aprecian, por qué te sientes un perdedor. Por qué te ha abandonado.
Hay porqués que obtienen las respuestas precisas, unas tardan más, otras son más inmediatas. Yo no puedo responder a tus porqués, sólo puedo decirte que los míos están sin contestar, que hay días que me olvido de que tengo preguntas pendientes, que hay otros que se respondieron con actos y sin palabras. Los que siguen ahí, durmiendo el sueño de los justos, vienen conmigo como viene mi piel o el color de mis ojos. No te puedo asegurar que se contesten, lo que si puedo asegurarte es que ya no duelen como puñales. Llega un momento en que la pregunta deja de ser porqué y se convierte en Cuándo.
Cuando no necesites respuestas

martes, 19 de julio de 2011


La fiesta de disfraces estaba dedicada al cine. Pensó en inspirarse en sus mitos cinematográficos pero cayó en la cuenta de que las mujeres que admiraba eran esqueletos y ella era una mujer con curvas, un tanto entrada en carnes y bastante voluptuosa, por mucho que se disfrazase nunca llegaría a asemejarse a Audrey o Katherine Herpburn. Así que optó por disfrazarse de Sofía Loren en "Mortadela". Con un buen alisado y un maquillaje profesional podría intentar emular a la diva.
Para ayudar a su reconocimiento, decidió comprar una mortadela como la que salía en la película, en la capital de la isla encontraría lo necesario. El tener un objetivo la llenó de energía y de algo parecido a la ilusión, al fin de cuentas estaba resultando divertido organizar todo el plan.
No había autobuses a la capital hasta horas más tarde, le pareció demasiado tiempo de espera por lo que buscó a alguien que la acercase por un módico precio. El peluquero se ofreció porque tenía el mejor coche y debía de ir a reponer productos para su peluquería. Nada de cobrarle, faltaría más! Si iba ir de todas formas, una damisela en apuros ... era un placer ayudarla.
El viaje se hizo eterno por la verborrea de su caballero andante, no paraba de hablar de peinados, cortes, vidas de clientas, desgracias familiares, nacimientos, muertes, comuniones, bodas. El hombre era la memoria viviente del pueblo, podría remontarse generaciones por encima de la suya para explicar con todo detalle, el nacimiento de un mechón rebelde de una señora que hacía más de veinte años que estaba muerta a la que él una vez había peinado porque le había tocado una cafetera en un concurso de la radio y tenía que ir a buscarla y como tenía que salir en el periódico, pues él que era muy pequeño se ofreció a ahuecarle el pelo por detrás (es que ella no se llegaba) y acabó haciéndole un cambio de look que aún se recordaba....
Tras darle las gracias, Olivia bajó del coche sintiendo que la cabeza le daba vueltas y que su cerebro estaba totalmente abotargado. El aire del mar la reanimó un poco y una dosis extra de cafeína consiguió devolverle la energía y el buen humor.
Tras tres horas en unos grandes almacenes lo tenía todo: la mortadela igualita a la de la película, con su redecilla envolviéndola y su papel dorado, un vestido negro con escote en forma de v que quitaba el hipo, el pelo alisado y para conseguir el largo de la Loren: unas extensiones de pelo natural que jamás pensó que se pondría. El maquillaje con potente raya negra alargando los ojos y unos carnosos labios rojos completaban el disfraz.
De lo primero que se percató cuando abandonó la peluquería era que los hombres la miraban. Pero cómo la miraban, nunca nadie había clavado los ojos de aquélla manera en ella. Realmente había comenzado a meterse en el personaje y se sentía una Ana Magnani o una degarrada Julieta Masina. Una hembra italiana, la mística del drama y la comedia hecha mujer. Siempre le habían parecido fascinante este tipo de mujeres, pero no de la misma manera que admiraba a las Hepburn. No. Aquéllas eran elegantes, distantes, frías, admirables como se admira una bailarina de clásico, o una buena pintura. Las italianas tenía el sufrimiento del mundo en sus regazos, limpiaban por igual mocos o carmín. Se les corría el rimmel cuando lloraban de risa o de tragedia. Vivían unas vidas intensas en las que no había lugar para hacese las distantes. Y los hombres las miraban, las seguían, las piropeaban, las amaban con pasión en lugares sucios, llenos de olores y sonidos. Las italinas eran mujeres de rompe y rasga. Nada quedaba de la misma forma tras encontrarse con ellas. Eran las mammas cariñosas y crueles, acogedoras y peligrosas. Las mujeres tragedia.
Todo esto pensaba en el taxi de vuelta al hotel. Faltaba una hora escasa para el baile. Tenía tiempo de sobra para refrescarse y vestirse.
- Llámame Maddalena. Come dice? Ciao bambino- Amoinó delante del espejo. Se pareció convincente en el papel, se embutió el traje negro que le quedaba como un guante. Marcaba sus caderas y su pecho. Parecía una guitarra andaluza y bromeó consigo misma acerca del tocaor que la afinase. Volvió a pintarse los labios y tras lanzarse un beso, salió de la habitación.

lunes, 18 de julio de 2011


Los anuncios de megafonía irrumpen como gotas de lluvia en hormiguero. Las actividades lúdicas comenzarían en media hora.
Hay mucho donde elegir, distintos eventos cuasideportivos en los que intentar no quedar demasiado mal.
Olivia odiaba todo lo que fuese el monitoreo de tiempo libre para adultos, le horrorizaban esos animadores sonrientes cual anuncio de colutorio que se empeñaban en que participes en activades propias de un campamento scout.
Pensaba si no se habría convertido en una aburrida y, sinceramente, le dio exactamente igual. No se veía a sí misma tirando de una cuerda o pasando por debajo de una escoba a ritmo de lambada por mucho que eso significase estar pasándoselo bomba.
Y es que no pegaba demasiado con el ambiente del hotel. Lo había elegido para salir huyendo de los fantasmas que en su casa no cesaban de aparecerse. Le pareció que nadie, vivo o muerto, en su sano juicio, se trasladaría hasta Canarias con un pack vacacional para perseguir a alguien. Así que buscó la oferta más dominguera y allá que se fue.
Lo que no imaginaba es que tras tres días, sería ella la que echase de menos a los fantasmas, la que se muriese por una conversación con alguno de ellos. Los vivos le parecían mucho más muertos que sus muertos. Optó por no pelarse con el ambiente y dejarse ir. Flotaba panza arriba en la piscina, iba del mojito a la caipiriña y de la caipiriña al mojito, comía haciendo cola, mientras sus compañeros de vacación se llenaban los platos hasta rebosar y, tras pegarle unos cuantos bocados, los dejaban abandonados en un despilfarro obsceno que quitaba el hambre a cualquiera que tuviese un minimo de consciencia... entre tanto vapor etílico.
Las salidas en grupo por la isla para visitar los lugares más pintorescos eran como el hotel, sólo que en un espacio más reducido. En ocasiones el guía era bueno y el lugar visitado interesante. Ella escuchaba con los ojos entornados entre el sol y el dulce acento isleño, saboreando cada una de las palabras. El Loro park la dejó estupefacta, el paisaje selénico del Teide le pareció un sitio como no hay dos.
En la cena del último día harían un sorteo, un regalo increíble que a nadie dejaría insatisfecho. -decía el panfletillo repartido por la monitora disfrazada de Gilda.-
¡Ven disfrazado a la cena-gala de esta noche y entrarás directamente en el sorteo!
Dónde conseguir un disfraz a las tres de la tarde con 40 grados a la sombra y en un pueblo perdido de la isla. Pensó en pasar de todo. Pero le invadió el recuerdo de su adolescencia: Una fiesta en el club naútico de su ciudad. Su madre le había obligado a ponerse un pantalón plateado con un jersey con bordados y cristalitos que dejaba los hombros al aire. Lo había comprado en un viaje a Ibiza y era lo más de lo más, sólo que para una ciudad gallega de provincias estaba demasiado "adelantado"pero a su madre le encantaba llamar la atención, ser el centro de todas las miradas, murmullos, aspavientos y esa era la vestimenta perfecta para ello.
-Hay que arreglarse para la ocasión, al naútico la gente va bien vestida y una fiesta de la juventud es una fiesta de la juventud- No entendió a qué rayos se refería pero como era su primera vez se dejó guiar.
Cuando entró en el salón toda vestida de gris plateado, se encontró con todos los jóvenes de la fiesta en vaqueros, con jerseys que les tapaban las manos y los adidas jesucristo de toda la vida.
Trágame tierra. Salió disparada de la fiesta porque todos se callaron al verla entrar... Una astronauta, una astronauta.... Pero si no es fin de año, gritaban riéndose.
Aquéllo la había marcado de tal manera que antes de ir a cualquier lugar, se aseguraba de ir vestida conforme las reglas que la normalidad de la situación requerían.
Esta vez no se iba a arriesgar a entrar en el comedor y que todos estuviesen disfrazados excepto ella. No sabía de qué ni cómo, pero lo del disfraz era un hecho.

viernes, 15 de julio de 2011

Los paraísos perdidos


Flotaba sobre la piscina dejándose llevar por los destellos dorados que el sol producía en sus párpados cerrados. Los brazos extendidos en forma de cruz y un apacible bienestar en su rostro.
Del otro lado de sí misma comenzó a llegar una música suave, que captó su atención distrayéndola del dolce far niente. Era su canción, la canción con la que años atras se identificaba. Esa que apuntas como tu canción favorita en cualquier tipo de encuesta o conversación.
Subió por los acordes de la guitarra como quien escala una gran pared, para volver a tener 20 años, para volver a tener aquel cuerpo que funcionaba a la perfección, aquellas ganas de vivir, reir, descubrir. Frente a frente con su yo más luminoso, buscó en el presente algún islote en el que poder resistir el paso del tiempo.
En su pensamiento una negación ante la manida frase de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero igual de manoseadas, de intrascendentes, de estúpidas le parecían aquéllas que hablaban de la sabiduría de la edad, o de la madurez como trofeo, o que la mejor edad de una mujer es a partir de los cuarenta años. Ella había conocido la felicidad, el amor, la aventura, las emociones a flor de piel, los descubrimientos más importantes de su vida a los veintitantos. Para ella el tiempo se detuvo en esa edad. Pensaba que no había hecho cambios significativos desde entonces, a no ser aquéllos que se derivaban de nuevas experiencias o conocimientos. Si, efectivamente, ahora sabía más, pero mucho se había perdido en el camino.
El desamor trajo desconfianza y desesperanza, los otros cambios vitales la sensación de que nada permanece inalterable, la necesidad de adaptarse. La muerte trajo vacíos, ausencias aún lloradas en los días en los que los que se fueron te hacen falta, te hace falta su sonrisa o su mirada atenta o su consejo o el orgullo de pertenecerles, de sentirles, de quererles.
No estaba en contra de envejecer, signo inequívoco de que uno está vivo. Solamente es que en esos momentos el tiempo pesaba como losa y lo que se marchó se teñía del color de la ligereza....
"En estos días no hay absolución posible para el hombre
para el animal, la fiera que ruje y canta ciega
ese animal remoto, que devora y devora
primaveras"

miércoles, 13 de julio de 2011

Sin casa


La casa es el reflejo de una misma. Y cuando no tienes casa, porque todas tus cosas están empaquetadas, tus paredes no están construídas, los muros no están pintados, no hay puertas, ni ventanas... Entonces, ¿la casa sigue siendo un reflejo de una misma?
Imaginemos que si.
Estoy por tanto en construcción, mi pasado duerme en cajas cerradas que se llenan de polvo lentamente. En su interior descansan libros, ropa, recuerdos, todo ello perteneciente a una vida anterior. El tiempo que ya no es y que acompaña, lleno de impurezas, hay que limpiarlo primero, antes meterlo en una casa que será nueva, tirar lo que ya no sirve. Quedarse sólo con lo que tenga que ver con quien soy ahora.
Sin ventanas ni puertas el frío y el calor se cuelan por igual, así como la suciedad que traiga el viento. Cualquier intruso puede quedarse y destrozar lo poco que está hecho. Lo que en mí significaría estar indefensa ante el exterior, teniendo mi interior demasiado expuesto.
En el jardín las plantas crecen, el nogal está cargadito de nueces aún soportando las incomodidades propias de una obra. Lo creativo sigue creciendo aunque un tanto sucio, pese a las inclemencias del presente.
Nada de lo que se empieza se termina de inmediato en la obra de casa. Eso me suena.

Quién dijo que la psicología era una ciencia? Ves, como este ejercicio es una chorrada? Pero que tontada que la casa sea el reflejo de uno mismo. Simplemente es un espacio donde almacenas cosas y recobras las fuerzas, vegetas viendo tv, o haces el amor... Un espacio sólo un espacio.
- Si, ese mantel tíralo lo empecé con 14 años y ya no lo voy a terminar-

martes, 12 de julio de 2011

Nublado en verano


Papeles,vidrios y pieles de frutas, alfombras de ciudad, por las que camino. Con el pensamiento yendo y viniendo, desde pasado a presente. El stop que marca el fluir del tráfico parece ser un presagio del tiempo conmigo misma, de la introspección que calma los humores, del silencio buscado que atempla chismorreos y vacuidades. Mi espíritu necesita calma, transiciones en pasos de ballet hacia un tiempo que aún no es, pero todo hace prever que será.
Me preocupo lo justo, retomo mi amistad con la lectura a la que abandoné meses atrás por incompatibilidad horaria. Es gran amiga la lectura, siempre aguarda fiel y compasiva mi vuelta, alzándome los brazos, llevándome en volandas.
Y es que no encuentro nada fuera. Fuera hay ruidos cuando yo busco música. Algunos me tildan de vanidosa, de orgullosa, de prepotente. No lo creo. Qué puedo hacer si lo que me encuentro me deja átona como un canto monódico de monjes castrados. Si mis circuitos se desconectan y me apago entre televisiones y platos.
No considero al escenario el protagonista de este drama, soy yo, autora, productora, escenógrafa la que no se siente a gusto en la piel del personaje. Se me congela la sonrisa hasta el punto que me duelen las mandíbulas de tanto hacerlo. Dentro un viento frío lo ocupa todo. Dentro no sé a dónde voy, sólo que tengo ganas de ir.

martes, 5 de julio de 2011


Sin alegría no hay curiosidad, ni aventuras, ni aprendizajes, ni amor.
Sin alegría los días se hacen grises, repetitivos, la rutina lo tiñe todo en tonos negros que encogen los espacios por los que transitamos.
Lo normal, lo cómodo, las huídas hacia delante para no aprender, para no decir, para no sentir, para no complicarse la cabeza porque hay mucha prisa, porque hay mucho miedo, porque hay mucha necesidad de no sentir, de no buscar, de que las cosas permanezcan igual para que la vida no se altere. Porque hacer algo que desate las costumbres y las transforme en sorpresas es demasiado cansado. Delante de una pantalla y tras una cortina de humo la vida pasa sin que se sobresalte. Las únicas distracciones que se plantean son problemas de cálculos, letras, números que tras un análisis detallado se solucionan en un pis pas. Ah! si todo fuera una cuestión matemática que maravilloso sería darle al enter o al delete para acabar de un plumazo con cualquier trastorno.
Y el chico que soñaba con pintar en París? El viajero aventurero y sensible? Está tras tantas capas de anestesia que ya no puede dar señales? La comodidad es un valor en sí misma? Es lo cómodo el motor de lo que elegimos?
Nadie nace sabiendo comunicarse, aprendemos de nuestros padres a expresar cómo nos sentimos o a reprimir todo aquéllo que en la familia se considera una traición al comportamiento parental. Si tenemos la suerte de nacer con unos padres cariñosos, que eleven nuestra autoestima para poder vivir autónomamente, habremos ganado muchas papeletas para poder compartirnos con los demás de forma nutritiva. Si, por el contrario, nuestros padres están ausentes, sólo se valoran las acciones que no entorpezcan el ritmo de las obligaciones de la vida y nunca se pregunta por los sentimientos, tendremos mucho trabajo personal para poder ser empáticos.
Desde mi isla tu isla está a muchas millas de viaje, si yo quiero acercarme tendré que remar en tu dirección, pero, si cada vez que llego, dejas que mi cabo quede flotando en el agua, entonces me quedo a la deriva de una corriente que no siempre tiene el rumbo de tu dirección. Si tu no remas en la mía entonces no nos encontramos.
No ver, no oír, no hablar. Quién dijo que los monos son sabios?