martes, 29 de abril de 2008


Entre los colores del arcoiris
no busques más que presencia,
anales sin cronos no son buenos cometas.
Si la sonrisa te suelta de lazos el alma,
porqué atarla con sarcasmos y rabias?
De algodones me alimento,
tú, tierra riegas bajo tus pies,
más el humo que antaño
obnubiló mi vista,
forma parte de aire fresco
que respiro sin atasco.
Cuando en fuego me convierto,
fenix que asciende sin retorno,
al tronco de tu espalda,
lacero sin encono
de formas desusadas e incendios conmovidos
de vuelos y estrellas sin raíz urdidos.
Antes de después surcamos mares,
henchidas las velas fijamos rumbo,
lástima que esta brújula
desimantase nortes,
que nos guiasen caminos
de vuelta a casa.
Perdida entre nubes devoro algodones.
Tierra socavas entre rincones.

jueves, 24 de abril de 2008

En el umbral


Tus palabras, como erizos, se quedaron en mi garganta.
- Duermo contigo porque ésta es la habitación más caliente de la casa -
Escrutaba tu mirada por si algún gesto delataba una mentira, una duda, el resquicio de una venganza no sentida, pero no. No había más que la frialdad de la distancia creada por el tiempo, una distancia de la que no me había percatado, o quizás no quise hacerlo.
Palabras rojas salieron por mi boca, roja la mirada, rojas las lágrimas, rojos los ademanes de mis manos, desatando sábanas, arrastrando muebles...
Me instalé en el cuarto de al lado. El que había sido mi despacho. Con mis libros, mi mesa, mi ordenador. Todos estos objetos, tan conocidos, se presentaban ahora como una nueva escenografía de un drama del que no sabía el final. Allí mi orgullo se acrecentaba al tiempo que la angustia me movía en oleadas de desesperación.
No sé cuántas noches, días, horas pasaron cuando me decidí a abrir la puerta de salida de mi casa, dispuesta a emprender una nueva vida, a buscar una nueva definición de mi misma que no contuviera tu nombre.
Volví. Al cabo de unas semanas volví. Podría dar mil explicaciones que hablasen de cómo me sentía, de mi imposibilidad de respirar, del pánico que me producían las ventanas abiertas por las que me asomaba haciéndome mar. Pero no viene al caso, pasado el tiempo del fracaso estrenando alas, volví con mis maletas llenas de ropa sucia, vencida por mi incapacidad de reconocerme.
Me recibiste sin alegría, con una extraña quietud. No te molestaba que yo estuviera ahí, pero tampoco notabas mi presencia al igual que no echamos de menos aquello que no nos hemos dado cuenta que nos falta.
Te regalé un corazón de cristal aquella misma noche.
-Toma -te dije- te lo presto mientras no encuentras el tuyo-
Y me fui a la cama a rumiar mis deseos, mis necesidades, tu falta en las orillas de mis caderas. La noche fue interminable. Me levantaba y llegaba hasta la puerta de tu dormitorio, escuchando por si te oía llamarme. Regresaba al mío para seguir peleándome con la cama, incorporándome precipitadamente cuando tu voz tosía en el cuarto de al lado.
El corazón latía rápido, si mi pensamiento me traicionaba, imaginando cómo te ibas a meter en mi cama, cómo me dirías que me quedase, que todo era mentira. Que me alejabas de tu vida para que fuese más felíz cuando lo que deseabas era que me quedase a amarte.
Por supuesto nada de esto ocurrió. No sé qué es lo que hiciste tú aquella noche, no sé qué pensaste, si pensaste algo o si fue como una noche cualquiera, en la, ahora, habitación más fría de la casa. En el umbral de lo que iba a ser mi vida sin ti, mi nuevo comienzo, mi regreso de los infiernos.
Observo aquellos días con lejanía, como cuando no recordamos exactamente el guión de una película que vimos en el pasado. Me pregunto a mí misma cómo fue posible mi entereza, mi aceptación, cómo en el medio de la locura pude conservar la esperanza de recobrarme.
Me da mucha pena no poder pasear contigo de la mano por la playa, no poder contarte lo bien que estoy detrás de un humeante café, no despedirme de ti y desearte que la vida te dé lo que le demandes, no mantener el cariño de los viejos amigos. Porque nadie te conoce como yo, y nadie me conoce como tú.
Reconozco tu no-necesidad, reconozco mi utopía...
Traspasado el umbral de mi nueva vida, ya no necesito tu calor, ya no me acuerdo de la colocación de los lunares de tu cuerpo y no eres tú el que provoca mis suspiros. Este recuerdo pertenece a otro autor, a otro blog, que ha suscitado la emanencia de mi memoria, a él le agradezco el haberme hecho recordar, porque esto que cuento ya no duele. Sólo es historia

lunes, 21 de abril de 2008

Co/razón y razón. (Para mirada)


Las razones que argumenté, se quedaron enganchadas en el quicio de la puerta, como pelusas de polvo en limpieza anual. Fui tirando un poco de ellas para ver si desenrredándolas podía sacar algo en claro. Alguna que me recordase cómo llegué a mi decisión. Cómo decidí que los sentimientos no valen nada si no hay razones de peso que los contengan. Cómo los minutos no tienen espacio en las horas vacías de sábanas arrugadas y vueltas solitarias. Cómo un beso no hace camino en la piel cuando ésta se cierra de abandono y resentimiento.
Qué es más valioso? Un mundo ordenado según razones de peso, horarios programados, comidas previstas, relojes, cronómetros, medidas... o la sinrazón, la irracionalidad, esa que nos retiene pese a que todo nuestro sentido común nos lleva en dirección contraria.
Si nos dejamos llevar por la locura, sufrimos pero sentimos, la razón nos mantiene en la tibieza de una estación de entretiempo. Claro que a veces es necesaria para poder manejarnos en el mundo, pero qué sería de nosotros si no existiese esa dosis de locura que contienen las genialidades de esta vida. Qué sería de nosotros si lo inesperado no se presentase tocando nuestro timbre?
Todo se volvería grís, opaco, previsible.
Prefiero moverme en el ámbito de la razón siempre y cuando pueda volverme loca de vez en cuando. Nada estrafalario: volar con cormoranes, bailar desnuda en la luna, abrir manzanas y olerlas, agarrar rabos de nube para barrer tormentas, jugar a juntar mis cachitos a ver si me sale tan sólo una imagen, cosas incoherentes, tontas, inadecuadas para alguien maduro.
Eso que tu llamas unir cabeza y corazón.... Eso.... Sólo lo logro cuando el corazón no duele.

miércoles, 16 de abril de 2008

Quiero


Quiero perderme en tus brazos, tras las nubes rosas del atardecer y saltar en el brillo de tus ojos como hace el sol cuando se rompe en las crestas de las olas.
Quiero arrebatarme, olvidarme, renacer sintiendo que lo que hago y digo tiene algún sentido, que no son horas vacías robadas al sueño para seguir con un sainete costumbrista de rutinas y saludos.
Quiero abrirme, confiar en que tus manos no ocultan ases en la manga que me hagan perder, que, por dudar, no intente ni siquiera comenzar esta partida.
Quiero un remolino, un huracán, un torbellino, aunque no sean cosas de estas edades, aunque tengamos que volver al país de nunca jamás a buscar nuestros pijamas. Quién sabe si siguen tendidos en el árbol que conserva nuestros nombres.
Quiero sentir. Quiero poder descansar en tus brazos sin preocuparme de cómo sea mi postura, porque el alma no tiene cuerpo, porque es mi alma la que quiero entregar y no sólo mi cuerpo. Sé que no todo está en tu mano, sé que es mi tarea, mi trabajo, mi diaria labor de desescombro de las iglesias que se cayeron para construir los cimientos de una nueva, más luminosa, más clara, más grande y acogedora.
Quiero que sepas que esto es para ti, sólo para ti.
Que comprendo la lejanía que provocan mis zonas oscuras, mis dudas, mis miedos. Sé que no es fácil estar a mi lado los días de lluvia. Esos en los que hasta a los paraguas les declaro la guerra y canto mi canción desesperada, llena de acordes desafinados que hacen daño a los oídos.
Quiero darte las gracias por tu paciencia, por tu equilibrio, aunque me desespere que te quedes impertérrito. Sé que en tu puerto puedo atracar, mi velero de 13 metros y que no lo chocarás, aunque copies, aunque hagas trampa.
Mis pies quieren seguir andando, aunque estén parados porque el suelo es inestable y quebradizo, porque caídos los dioses ando vagando sin candil que alumbre el mundo, de vela en vela: ahora corro por la oscuridad hacia la vela siguiente. Y, así, voy alumbrando pequeñas zonas de mi cueva, en las que ya se puede avanzar. Pero despacito, pasito a paso. No puedo correr porque aún existen agujeros llenos de los cristales de las fotos que emergen en cada movimiento sísmico y que me llevan a la decepción de una niña a la que le dieron una bofetada en el tiempo de un tequiero. Cuesta volver a confiar, cuesta no andar con la mosca detrás de la oreja murmurando palabras dudosas. Cuesta pero en ello estoy. Así que hoy, esto que sale de no sé exactamente qué parte de mi anatomía es para decirte que QUIERO.

lunes, 14 de abril de 2008

Vapulea la música la memoria


Agarrada a una corchea me puse a buscar la canción, esa que ya no alumbra caminos, desata lágrimas, descorcha botellas.
La encontré a la vuelta de la esquina en la calle del olvido, esa que cruza al norte con dolor y al sur con esperanza.
Transité sin prisa por su melodía, mientras los acordes, malencarados, me tiraban pellizcos de abuela. Allá, al fondo, descubrí la casa: pequeña, con un manzano de raíces negras que abonan gritos y sonrisas. La cabaña de madera no se mantenía en pie, y el banquito de las hiedras conservaba las firmas de palabras lanzadas al viento con desespero.
Ya nadie plantaba tomates, ya nadie pisaba dientes de león y coleccionaba caracolas. Me pregunto si los cajones que escondes guardarán algún trozo de espejo que devuelva miradas de un pasado luminoso o si, por el contrario, todos ellos permanecen vacíos y llenos de telarañas, mientras nuevas maletas se llenan de camisetas de colores.
Y es que no sé porqué me pregunto tantas cosas, si en estos días nadie responde, si mis preguntas son viejas, si mis verbos, gastados, pierden fuerza y no me interesan ni a mi misma. Son esas endiabladas sorpresas que te asaltan en las frías mañanas al meter la mano en una gabardina desatando todos los nudos que creía indesatables. Es la melodía que vuela en el aire y en mi dirección sopla todo el viento del mundo sin estrellas, sin constelaciones que mandan guiños pues son tapados por las nubes.
No nostalgia, no angustia, no morriña, no, no duermen en mi cama y, sin embargo, hay días que me asalta la tristeza y no sé porqué, no se de qué, sin motivos me vuelvo azul y busco el sol de sal que me calienta, que me alumbra, que me abraza y ahí me vuelco, escondo mi cara, ahí quiero sumergirme, descansar, despertar y sonreir agradecida por su calor y su cuidado.
El pasado duele, es en estos días en los que siento el agujero negro que traga todos esos minutos vividos para vomitarlos lanzándolos como puñales y siento sus punzadas y no pasa nada. Y escucho sus voces y no pasa nada. Y huelo sus aromas y no pasa nada. No pasa nada por que nada es en este momento, sólo la memoria, esa ninfa reconrosa, que me coloca en un tiempo inexistente, en un espacio inabarcable, en un sentir frígido y vacío. Lo que queda es esperar a que se disipen las nubes y pueda oler el actual aroma de la primavera amarrando tu pelo cada mañana.

martes, 8 de abril de 2008

Sin tiempo


Blandiendo agujas temporales
en el ciclón de rutinas y silencios
escucho sin atender necesidades
que afloran a la punta de mis dedos.
Si los labios decir quisieran
monósilabos limitadores,
al templo de mis entrañas
con ígneas púrpuras tratarían.
Más apuro sin beber el agua
de este manantial secreto,
para el que robo a cronos
los segundos
retrasando el minutero.
Si las musas me acompañan
en dulce espera dormidas,
quizás mañana llegue a tiempo
a la cita con la poesía.

martes, 1 de abril de 2008

Cartas de amor


Qué terribles son las palabras de amor cuando tiempo después las rescatas y el amado/a ya no es aquel/la que arrebataba nuestros sentidos. Los te amo, vacíos como copas después de una fiesta, los te necesito: fruta oxidada.
Las cartas de amor deberían leerse y dejarlas volar, quemarlas, cenizas esparcidas en el viento, para que no pierdan su fuerza, para que sigan alumbrando el alma con su recuerdo. Aunque ya no amemos, aunque quizás ni recordemos el nombre que nos quemaba la boca.
Tristeza traída por los para siempre, eres lo más importante para mi....
Se tornan amarillos igual que el paso del tiempo en el papel que están escritos. Rancios.
Si acaso logramos visualizar aquel tiempo de alas de mariposa, quedamos atrapados en la convicción de su imposibilidad, del lenguaje traidor de poesías y cuentos que reluce como el sol en el pasado, oscuro como la noche en el presente, totalmente inservible en el futuro.
Quien se atreve hoy a decir te querré para siempre, somos especiales, no puedo vivir sin ti?
Yo no.
No después del naufragio de una adolescencia poblada de estas frases que eran vividas con tal intensidad que todavía producen espasmos en mi estómago y que se transformaron con el tiempo en una pérdida de interés que nos convirtió en invisibles, en sustituibles, en paralelas que ya no se encuentran...
El mito de la media naranja que se convirtió en dos limones. Ácidos, amarillos como la rutina. Cuando acercamos la boca a ellos producen una mueca sin bienvenida.
Mi amor tiene tiempo ahora, tiene límites, inseguridades, colofones y comienzos. No sé cual es su fecha de caducidad, tampoco me produce desasosiego, pero echo en falta el sentimiento de inmensidad, de confianza plena, que la inocencia produce. El ser imprudente, inconsciente, inexperta, incauta....
La sabiduría no siempre produce felicidad ¿no?