lunes, 14 de abril de 2008

Vapulea la música la memoria


Agarrada a una corchea me puse a buscar la canción, esa que ya no alumbra caminos, desata lágrimas, descorcha botellas.
La encontré a la vuelta de la esquina en la calle del olvido, esa que cruza al norte con dolor y al sur con esperanza.
Transité sin prisa por su melodía, mientras los acordes, malencarados, me tiraban pellizcos de abuela. Allá, al fondo, descubrí la casa: pequeña, con un manzano de raíces negras que abonan gritos y sonrisas. La cabaña de madera no se mantenía en pie, y el banquito de las hiedras conservaba las firmas de palabras lanzadas al viento con desespero.
Ya nadie plantaba tomates, ya nadie pisaba dientes de león y coleccionaba caracolas. Me pregunto si los cajones que escondes guardarán algún trozo de espejo que devuelva miradas de un pasado luminoso o si, por el contrario, todos ellos permanecen vacíos y llenos de telarañas, mientras nuevas maletas se llenan de camisetas de colores.
Y es que no sé porqué me pregunto tantas cosas, si en estos días nadie responde, si mis preguntas son viejas, si mis verbos, gastados, pierden fuerza y no me interesan ni a mi misma. Son esas endiabladas sorpresas que te asaltan en las frías mañanas al meter la mano en una gabardina desatando todos los nudos que creía indesatables. Es la melodía que vuela en el aire y en mi dirección sopla todo el viento del mundo sin estrellas, sin constelaciones que mandan guiños pues son tapados por las nubes.
No nostalgia, no angustia, no morriña, no, no duermen en mi cama y, sin embargo, hay días que me asalta la tristeza y no sé porqué, no se de qué, sin motivos me vuelvo azul y busco el sol de sal que me calienta, que me alumbra, que me abraza y ahí me vuelco, escondo mi cara, ahí quiero sumergirme, descansar, despertar y sonreir agradecida por su calor y su cuidado.
El pasado duele, es en estos días en los que siento el agujero negro que traga todos esos minutos vividos para vomitarlos lanzándolos como puñales y siento sus punzadas y no pasa nada. Y escucho sus voces y no pasa nada. Y huelo sus aromas y no pasa nada. No pasa nada por que nada es en este momento, sólo la memoria, esa ninfa reconrosa, que me coloca en un tiempo inexistente, en un espacio inabarcable, en un sentir frígido y vacío. Lo que queda es esperar a que se disipen las nubes y pueda oler el actual aroma de la primavera amarrando tu pelo cada mañana.

2 comentarios:

Meiga en Alaska dijo...

Tal vez sea implemente el efecto aniversario, que tiene la caracteer´tstica de traer de vuelta por unos días dolores viejos, o no tan viejos.

Un besazo enorme mi niña, y ya verás que en cualquier momento llega el aroma de la promavera. Al menos no tienes un metro de nieve entre el mundo y tú...

Te quiero

Meiga en Alaska dijo...

pretender escribir mientras una esta tumbada de medio lado en la cama por la mañana tiene un efecto pésimo en la ortografía...

Biquiños de medio lado