lunes, 25 de enero de 2010

mal día


Hoy tengo un mal día, uno de esos días en los que estás hipersensible y vas tragando una a una las píldoras amargas que te encuentras, quizás esperando un bálsamo que te suavice los nervios o la garganta. Es uno de esos días en los que las opiniones de los demás te entran más allá de la dermis, en los que te quitaste la armadura y la dejas al aire para que pierda el moho. Charlo conmigo misma sobre la intrascendecia de las palabras, lo tonto de mis entreceños, la inutilidad de pasar un segundo más con esa sensación en el vientre. Y quiero salir, a que me dé el aire, a que me dé el sol, a que me dé la gana, a que me den... tan sólo un poco, un poquito. Quizás un abrazo, quizás una sonrisa, quizás un hola qué tal. Rodeada de gente y, sin embargo, sintiéndome sola.
Nunca me sentí en pedestal, nunca siento cátedra al hablar, mi única postura defendible es que no sé, que aprendo, que no dejo de aprender, de buscar, de ir. Para comenzar una y otra vez. Hablo desde mi, no desde una enciclopedia. Odio el envaramiento catedrático de aquéllos con los que comparto oficio y que enarbolan la bandera de la sabiduría como si de su posesión más íntima se tratase. En fin... Yo sólo sé como me llamo y que algún día dejaré de llamarme.

lunes, 18 de enero de 2010

Aniversario


365 días pasaron tan rápido! Apenas cuento con tiempo para mi, inmersa en la aventura que crea caminos y desempolva papiros escritos entre cenizas. De este año que se fue rescato el sabor de tu boca, el calor de tu piel, la curva de mi cadera en la que tu cabeza encaja perfectamente. Nuestra manera de encontrar la mirada del otro, la molestia de que el tiempo transcurra como desbocado cuando nuestro espacio se reduce. Mi mejor regalo de cumpleaños eres tú sin duda. Soy muy afortunada.
Pero también rescato el mundo, los lugares transitados de caras conocidas y desconocidas, la búsqueda de un trabajo del que me sienta satisfecha, los 180 pares de ojos que me escrutan todos los días: unas veces con cariño, otras con burla, otras con enfado, otras con indolencia pero que me obligan a revisar mis miedos, mis conocimientos, mi manera de ser. A no permaneces inmóvil como estatua para poder entenderles, a inventar palabras, anécdotas, ascensores para subir en busca de algo que, en ocasiones, es dificil de definir.
Agradezco los libros, esas historias que se funden con la mía, que me inspiran y me llevan por el mundo en zapatillas y bata de casa. La música como antídoto de la amargura y del silencio no buscado. Doy gracias por mi falta de rencor, por poder superar los malos momentos y estar en camino de que los buenos no pesen con nostalgias de juventudes y locuras. Agradezco cada uno de mis 44 años, que me han traído hasta aquí, que me sostienen cuando dudo, que me recuerdan que todavía hay muchos más por delante, mucho más que ver, sentir, oler, morder, saber, amar y comenzar.

lunes, 4 de enero de 2010

Malos y buenos propósitos



Nace un nuevo año, al fin y al cabo no es más que un dígito, una marca más en el cabezal de nuestras camas. La terminación de una fecha, el encabezamiento de un talón que iremos llenando a lo largo de los días. A qué viene tanto alboroto, tanta explosión de alegría tras la ingesta de 12 uvas, cuando el resto de la noche fue una cena como tantas otras a no ser por los brillos, los peinados, las prisas por acabar.
Porqué hay que gritar hasta desgañitarse, drogarse hasta caer de culo, beber sin sed, vomitar para seguir comiendo, no acostarse hasta bien entrado el día uno y aparecer por el bar fardando de la hora en la que te acuestas. Da igual la edad que tengas, la procedencia, los estudios, el barrio, el color de pelo, la hipoteca, el número de hijos, que tengas perro o gato, que seas hetero, homo o lesbi. Todos con esa sensación de que hay que salir o emborracharse en fin de año para no ser menos, para no ser triste, para no ser seta, para no ser un friki, distinto, rarito, solitario, perdedor, aburrido, desganado, nostálgico o amargado.
Todos los años el mismo rito, la misma resaca, la misma falsa sensación de felicidad momentánea que se escapa igual que los detritus de la noche por el baño.

Mi propósito para este año es estar contenta todos los días, o al menos intentarlo. Ver el lado positivo de las cosas. Aprender de la vida sin amargura, apreciar todo lo que hay en mi vida que es mucho. Acercarme a aquéllos que producen cercanía sin cobrarla a largo plazo, mostrarme más dispuesta a sorprenderme, ser más comprensiva con defectos propios y ajenos, dejar de juzgar o hacerlo menos, reir por lo menos una vez al día, no ponerme verde cada vez que me veo al espejo, practicar la paciencia como mejora laboral, practicar la paciencia como actividad amorosa, practicar la paciencia como religión. Seguir sintiéndome ignorante para poder seguir aprendiendo, bailar al menos una vez por semana, reconocer mis aciertos, reconocer mis errores, aprender a pedir ayuda cuando lo necesite, estar ahí para cuando me lo pidan aquéllos que quiero. No utilizar el chantaje emocional como moneda de cambio, no mentir o hacerlo de forma inofensiva, jugar más con mis sobrinas y dejar atrás el pasado que rasca como las toallas sin suavizante dejando de preocuparme y de querer al que me demuestra una y otra vez que no me quiere.