jueves, 27 de marzo de 2008

Mi jardín


Entre verdes me sueño,
libélulas azules me vuelan.
La cerca que me cerca,
invisible devuelve,
pedazos de nostalgias,
abrigos sin acequia.
Jardín de jazmines y liliums,
gallinas y soles,
entierros y frutos,
paseos serenos,
caminito de piedra,
no espero encontrarte
podando primaveras.
Regreso hoy en mi sueño
a la época en la que era
cosechadora de girasoles,
amante inexperta.
Implacable, la mañana
se acerca.
Atrás dejo el rastrillo,
azadón y estrategia.
Me despierto entre tus brazos
con todos los aromas del mundo
desplegados a tu puerta.
Aún añorando mis jardines,
siento mi piel despierta
si mi voz en ti se acurruca
y no me cierras tus huertas.

lunes, 24 de marzo de 2008


En la esquina de tu sonrisa he encontrado un agujero, como conejo y Alicia me deslizo por sus pasadizos y ver dónde me lleva. La oscuridad que se cernía en caída, se abre penosamente y mis ojos comienzan a acostumbrarse a una luz cenital que enfría, que conserva inerte mis movimientos. Me preguntas si siempre será así. Sólo sé que que las compuertas que abro traen pequeños seres diminutos con sus risas socarronas. El sonido del silbato aún pita en mis oídos mientras una música de circo atraviesa el aire sin que aparezcan las fieras. Tu carga, pesada como una losa, se me hace llevadera cuando en el brillo de tus ojos la pantera se refleja. No busco, no encuentro, no peleo, no me interesa un round con los guantes roídos por el paso de un pasado que siempre reaparece. Yo quiero ser libre, esa es toda mi aspiración. Libre para fluir en las aguas de los mares, para flotar sobre las nubes que no anuncian aguaceros. Para limpiar los pensamientos, para confiar en las bondades de los ojos que me miran.
Mi lastre yace enterrado bajo metros de tierra, y sé que se remueven los muertos de mis tumbas. Más yacen descansando, no alteran mi deambular sereno, no demandan peticiones absurdas que contemplar desatenta cuando invisible te diluyes en las horas inciertas. El oficio de enterrador es tan cansado. Siempre atento a las alteraciones terrestres, a las inundaciones imprevistas, a los huracanes violentos que lo ponen todo patas arriba. Estoy cansada de inventar presentes claros, luminosos, alegres, de tactos llenos. Desde mi montaña veo lo pequeño de los tejados sin humo, las hogueras apagadas traen aromas de madera y no hay leña ardiente a primera vista, lo sé. Pero la pira que cuido necesita de atenciones minuciosas, de vigilancias estrechas. No entiende de convenciones ignífugas, ni de planes de incendios.
Lo absurdo de un paraguas en plena estación sin invierno da al traste con los sueños sin escondite, colocándome en un faro que alumbra la niebla húmeda de una noche sin besos.

viernes, 14 de marzo de 2008

Lo femenino


Eva, en cambio, percibía cuanto pasaba a su alrededor como si su mirada tuviese la facultad de ver a través de más ojos que los suyos. No le significaba ningún esfuerzo escuchar dentro de sí lo que los demás estarían pensando. En el tiempo que le tomó a los gemelos madurar hasta la pubertad, le pareció que su piel se había llenado de oídos y su vista de tacto para palpar la angostura o intensidad de los sentimientos de sus hijos. Les leía los ánimos y las señales con una habilidad que a menudo la sorprendía. Salirse de sí misma, multiplicarse, le abrió misteriosamente los lenguajes secretos de la vida. Intuía hasta el humor de las plantas, los árboles, y el cielo. Aún así, no atinaba a figurarse si sus hijos poesían como ellos el conocimiento del Bien y del Mal, si perderían la inocencia sin comer ningún fruto prohibido, o si, inocentes como eran, aprenderían a existir en un mundo como aquél, de preguntas que nadie respondía y donde para comer y sobrevivir era necesario matar.

"El infinito en la palma de la mano" GIOCONDA BELLI

miércoles, 12 de marzo de 2008

Fronteras


Hay fronteras que son límites, detenciones infranqueables que se clavan en cementos de rápido secado. No hay manera de traspasarlas, ni con la suavidad de la pluma, ni con la violencia de la tormenta. Dirijo toda mi fuerza a derribarlas y lo único que consigo es un rosario de moratones y un ánimo desanimado. Su prado no es más verde que el mío, sin embargo la negación al acceso de sus pastos me provoca una testarudez insolente de pataleta de infancia. Que absurdo, qué gasto de energía, de tiempo.... Porqué siempre quiero volver a los lugares de los que me echan? Porqué esa necesidad de aceptación de aquéllos que me niegan? Es una adicción al choque de la pared una y otra vez? Es que nunca me rindo?


Si, ayer me rendí. Claudiqué, acepté, me sometí, afirmé que vuestras fronteras son insalvables, que no estáis dispuestos a que las cruce ni pagando el impuesto de extranjería. Ok. Lo hice con alivio, me saqué de la espalda todos los instrumentos con los que intentaba oradar vuestro suelo. La ligereza volvió a mi persona, qué sensación no estar obligada a recepciones inútiles, a palabras escondidas de sentimientos corteses que encierran maneras de arañas.
La única frontera que quiero cruzar ahora es la de tus ojos, la de tu cuerpo confluyendo con el mío, la de tus labios articulando sonidos dulces como higos. Tú, distinto de mi, al otro lado, pero cercano, accesible, fluyente. Yo tras tus montañas: serena, caliente, expandiéndome en la confianza de no tener que convocar las tropas, de no tener que cercar los prados y permitirte pacer en los míos.

viernes, 7 de marzo de 2008

Patchwords


La luz salada que ilumina mis días y que, cómplice, no deja que mis noches sean tan oscuras como para no perderme en tus brazos, es el primero de los recortes de mi misma.
Me reconozco en la ambarina luz que proyecta sobre mi cuerpo, mis lágrimas, muchas veces, la bañaron, renovando la sal de su estructura.
La primera cosa que rescaté de un pasado en naufragio, el único objeto que no me dolía al mirarlo, que sólo me contenía a mi misma. Que me adueñaba del sujeto de mi primera persona del singular perdida en calificativos universales que no encontraba en la cotidianidad de mi presente.
¿Cómo se puede estar agradecida a un objeto? Me resulto extraña con este sentimiento naciéndome en el pecho. Sólo un objeto, sólo una cosa, sólo algo material y no demasiado valioso cuantitativamente hablando.... Pero es en definitiva lo que siento, un cariño inmenso por esta lámpara que alumbró mis penumbras y que ahora me envuelve en el suave calor que proyecta en mi presente. Hace que no me olvide de dónde vengo, pero no me deja estancarme en este momento y me sugiere nuevos comienzos.

martes, 4 de marzo de 2008


Anoche te invité a plantar un árbol.
Pero... ¿cuando nació esa semilla?
Te conté de las lunas, de los vientos,
de árboles que el pasado había ya devorado.
Esperaba tu sonrisa haciendo brillar mi pala,
tus brazos removiendo tierra,
quitando la grava, aventando abonos,
que convocases la suave brisa
y que con su risa
mecieses las ramas de mi árbol chiquito.
Te convertiste en piedra, en roca, en granito
de ti no brotaron los ánimos
que facilitasen mi tarea,
sonrisas cómplices cantando al alba.
Sólo silencio, sólo vacio, sólo hoquedad
sin deseos, sin palabras, sin espacio
con miedos, con estupores, con puntillas de niño malo
que no quiere romper jarrones que
en mil pedazos estallan congelados por el frío.
Sin verbos hablamos, conjugando sólo tiempos pasados,
sólo primeras personas, sin plurales a los que sumarnos.
Como dos sordos oyendo una música insonora
abrimos espitas: sin agua la tuya,
inundada la mía.
Tras la lluvia, planté mi árbol
con la fuerza de mis manos
y me perdí en la arboleda del pasado.