viernes, 16 de mayo de 2008

Rojo amapola


Recojo los pantalones, que doblados anuncian la partida de los días de asueto. En mi ánimo mariposas violetas tararean tu nombre. Echo una última ojeada a los árboles colgantes de chubascos y nieblas. Más mi corazón ardiente calienta mis pies, tersa mi garganta. Sílabas cortas emito como el río y un salto de trucha dan tus ojos en los míos. Me desdibujas en las líneas de tu mano cual jardinero silencioso extiende raíces de orquídea en los valles de mi vientre. Tiemblas como campanilla, rumor de aguacero invade mis rodillas. Naúfragos sin mar que salvar de los escombros de una vida ya vivida, con comienzo de luna mora al filo de tu sonrisa.
Rojas las amapolas, amenazan los segundos que robé a la desmemoria. Colocan cuentas de cristal en los vidrios que apresuro a limpiar de nostalgia. Rojo amapola el pasado irrumpe, polizón de travesía, ladrón de sensaciones que arrojo por la borda a los tiburones del olvido. Y te miro. Y me encuentro. Y me sé los recovecos de tu piel, lo mismo que sé los lunares de mi cuerpo. Me gustaría esconderme del tiempo enterrándome en tus brazos, oasis que riegas con pacíficas resoluciones para calmar movimientos sísmicos de pretéritos imperfectos.
Sonrío cuando el sol me acaricia el rostro, me dejo ir volando a tu lado por caminos asfaltados. No me preocupa cuándo llegaremos, disfruto de la sensación de estar a tu lado, de escuchar tu respiración que florece en mi oído.

1 comentario:

Isabel Mercadé dijo...

Ana,
En mi respuesta a tu comentario en mi blog, te preguntaba por qué te causaban tristeza las amapolas. Ya tengo la respuesta en este hermoso poema en prosa. Viendo el nombre de este blog y tu entrada anterior, creo que tal vez te gustaría mirar el blog "tutto é possibile" (está en español a pesar del título) la antepenúltima entrada si no recuerdo mal.
Un abrazo.