jueves, 22 de mayo de 2008

Post para descreídos


Usabas el tono de tu voz como nadie. Mirabas en mis ojos y sentía que tu mirada penetraba mi alma, recorría mi ser de arriba a abajo. El tacto de tu piel estaba hecho para ser surcado por mis manos provocando pequeños terremotos de susurros. Te dabas entero sin reservas. Escuchabas mis disertaciones sobre mis miedos y lograbas que no me sintiera sola, que mantuviera la esperanza en que pasase lo que pasase tú estabas para mi.
O quizás eso es lo que yo necesitaba ver al otro lado de mi misma. Mi propia necesidad de conectar intimamente con un otro yo, me hizo no darme cuenta de que la intensidad de mis momentos no coincidía calificativamente con la tuya.
Si mi corazón se agitaba enternecido, yo miraba a tus ojos y en ellos descubría un destello de agua al que nombraba como emoción, cuando lo que te ocurría era que el humo de mi cigarro había irritado tus lagrimales.
Si te temblaba la voz al pronunciar mi nombre, yo apuntaba tus maneras de enamorado que igualaba a las mías, cuando en realidad, el frío y la humedad de una casa sin calefacción decomponía la presencia de tu cuerpo.
Cuando apretabas mi mano en los senderos del bosque, me invadía una ternura de infancia, tú simplemente tenías prisa por llegar a la meta, y si te parabas en una bifurcación no era porque tu ritmo echase de menos mis pausas, sino porque el hambre rugía en tu estómago.
Tus dedos recorrían mi piel en las noches con pasitos de enano enfundado en seda, exploración de mis tientos, pensaba yo, mientras tú sumabas la cuenta de los días que restan para acabar tus proyectos.
Cuando distante tu mirada se perdía en las nieblas, imaginaba encantamientos de mi voz de sirena, eran cocodrilos lo que buscabas con tu disfraz de anacoreta.
Así fueron pasando los días, yo mirándome en tu espejo convexo, tú más allá de cualquiera de mis pensamientos. Acaso ensimismada en la profundidad de lo mío, no noté la sequedad de tus pasos en mi río. Ahora que te alejas mi confusión perpleja, no atiende palabras ni quejas, pues sigo pensando que tras tu estela, volverán las rosas y la canela.
Mientras tanto descreo a todas esas voces que a gritos me llaman por los cajones en los que dejaste, sin sol ni luna, atadas las llagas sin amargura de los tiempos que fueron y ya no son, sin necesidad de amparo en la soledad.

2 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Una mujer de espaldas que camina en la niebla y una mujer que corre en un laberinto (eso es lo que se me ha ocurrido poner precisamente estos días). El otro siempre es inaccesible. El aparentemente más simple será un misterio. La tentación de mirarlo como un espejo persiste. ¿Se aprende demasiado tarde?

Meiga en Alaska dijo...

Está claro que las relaciones que establecemos con los demás son muchas veces relaciones que establecemos simplemente con nosotros mismos y con lo que queremos ver del otro, sea o no sea la realidad.

Siempre que escribes me quedo dudando hasta que punto estás hablando de algo que realmente está ocurriendo, o recurres a cosas pasadas y situaciones imaginarias... Algunos posts los reconozco claramente, por supuesto. Con este por ejemplo, dudo.

Entre duda y duda, te mando millones de besos y espero que algún dia podamos volver a chating in de nait... or in de dei, vaya

Te quiero