
Es difícil comenzar la vida a los 42 años teniendo la esperanza intacta y los ánimos encendidos. Comenzar desde cero en todo, en el amor, en el trabajo, en una ciudad nueva, con personas nuevas y escenarios que desconoces. Hasta comprar un jabón se hace una tarea que requiere esfuerzo al no conocer las direcciones de las calles y acabar con tu coche perdida en un barrio totalmente extraño.
Todo es nuevo y esta sensación que hincha el pecho y acelera el corazón, te hace sentir viva por momentos y aterrada por otros. Si las cosas se ponen difíciles, es entonces cuando vuelves la vista atrás y analizas todo lo que pudiste haber hecho y no hiciste, todos los porqués de las elecciones anteriores que ahora alcanzan dimensiones de gigante y vuelven a pasarte facturas que pensabas pagadas mucho tiempo atrás.
¿De que sirve todo este ejercicio mental? Pues de absolutamente nada. Una vez que eres consciente de lo que pudo ser y no fue, es mejor dejar de darse golpes en el pecho, comprar tiritas y cerrar las heridas que sangran.
La vida debería ser más fácil, no pelearnos tanto por la supervivencia. Observo los leones en los documentales de la dos durmiendo despúés de haberse zampado una gacela tompson y no puedo más que sentir una envidia... ¿porqué ellos si y nosotros no? Sería curioso ver a un león trabajando en un circo para poder ir a comprar un trozo de ñu al supermercado, al tiempo que su señora leona manda a los leoncitos al cole leonés, el cual ha subido los precios y han de cambiarse de territorio selvático.... Nuestra vida es francamente absurda, esclavos de un trabajo, con un horario rígido que nos impide desarrollar las partes más humanas de nosotros mismos, dándo nuestro tiempo a cambio de un trozo de papel o de metal que cambiar por objetos, comida, escapadas de la realidad tal y como la hemos creado. Y si tienes una vocación laboral ¿cuántas zancadillas, tropezones, obstáculos para desarrollarla? Hasta cuando seguiremos manteniendo este ritmo? Las expectativas del éxito en la vida se me revelan en ocasiones tan ajenas que me siento un camaleón lleno de pintas amarillas por entonar con el ambiente.
Y parecería una ingenua si no pensase que vivo en esta sociedad y que podría irme al monte de anacoreta. Tonterias. No duraría ni una semana de anacoreta, ¿mis genes están programados para la vida autosuficiente? Pues creo que no, podría hacer muchas cosas pero no sola, no sin comunidad, no sin amigos, no sin otras personas a las que hablar, tocar, sentir. Lástima que no tenga alma de Robinson, la fortaleza de Conan, la destreza de Macgiver, y el cuerpo de Lara Croft.