Mis pasos conocen el camino
que lleva de vuelta
al jardín donde las flores
son marchitas.
Inicio el ascenso de la cuesta
que corta mi respiración acelerada,
aprieto en los bolsillos mi manos,
mientras corro a las alturas
como caballo desbocado.
Me elevo sobre el paisaje
que no se me revela novedoso,
paro en el filo de una nube,
enganchada en los hilos
de un teléfono
que borra su agenda cada mañana.
Los números olvido entre el polvo
que quito de mis libros, de mi música,
atenta a las abejas que zumbando
entran en mi ventana cuando silbo.
Todo pareciera aquietado,
suspendido, tranquilo
más cuando subo la cuesta
y encuentro lo que miro
un sobresalto ocupa mi alma,
un sobresalto y me agito.
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