Si mil alfileres clavándose
en el portal de tu seno
lograsen que el agua manase
allá donde sólo hay desierto,
usaría mi boca como alfiletero.
Más las palmeras que riegas
sombras solitarias producen,
que no sofocan ni calman
invierno sin aguacero.
Tras la lluvia
apresuro
el paso
y no espero
que el paraguas de tus ojos
esté buscando pañuelo.
Aguijones que no clavo
sientes en tu pecho,
sin porfiria,
sin veneno,
están hechos mis sueños
que suelto sin correa
esperando un movimiento.
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