domingo, 18 de noviembre de 2007

Salgado


Las fotos de Sebastián Salgado huelen.

Están llenas de aromas que como polvo en suspensión se te meten por las rendijas de la piel y te transforman el ánimo, las ropas, los colores. No soy ya una espectadora ante un impresión gráfica, me transformo en el ojo que mira, en el oído que escucha, en la boca que grita mientras el humo atora mis pulmones.

Más allá de cualquier paternalismo occidental, de los ojos de la compasión desde el sillón y las cazadoras calentitas, no es el suyo un mensaje mesiánico, no hay salvación ni caridad en su objetivo. La vida surge fuera de toda consideración obólica, hay un conformismo a que se presente como tal, nos invita a sentirnos parte de ella o a alejarnos sin mirar atrás. No es denuncia, es canto a la diferencia, a la alegría, a la esperanza y también al dolor y la desesperación. Es la captación del instante, de ese momento mágico en el cual todo se revela sin juicio. Es esa falta de crítica de la desnudez de las imágenes la que hacen que se nos remuevan las tripas, porque la fotografía de salgado toca directamente en las entrañas de quien se coloca en frente.

1 comentario:

Meiga en Alaska dijo...

Completamente de acuerdo contigo, mari. Siempre me han sobrecogido las fotos de Salgado. Retrata la realidad tal cual es, con una crudeza y una desnudez tremendas. Uno de mis fotógrafos favoritos, sin duda.