viernes, 14 de marzo de 2008

Lo femenino


Eva, en cambio, percibía cuanto pasaba a su alrededor como si su mirada tuviese la facultad de ver a través de más ojos que los suyos. No le significaba ningún esfuerzo escuchar dentro de sí lo que los demás estarían pensando. En el tiempo que le tomó a los gemelos madurar hasta la pubertad, le pareció que su piel se había llenado de oídos y su vista de tacto para palpar la angostura o intensidad de los sentimientos de sus hijos. Les leía los ánimos y las señales con una habilidad que a menudo la sorprendía. Salirse de sí misma, multiplicarse, le abrió misteriosamente los lenguajes secretos de la vida. Intuía hasta el humor de las plantas, los árboles, y el cielo. Aún así, no atinaba a figurarse si sus hijos poesían como ellos el conocimiento del Bien y del Mal, si perderían la inocencia sin comer ningún fruto prohibido, o si, inocentes como eran, aprenderían a existir en un mundo como aquél, de preguntas que nadie respondía y donde para comer y sobrevivir era necesario matar.

"El infinito en la palma de la mano" GIOCONDA BELLI

3 comentarios:

Néctar dijo...

Hola hola

Anónimo dijo...

cuando lo lea lo comentamos
un beso

Nuria dijo...

Que bonito texto.
Hace tiempo que no recibo tus comentarios.
Hecho de menos respinder a tus ideas y reflexiones que siempre me resultan interesantes.

Un abrazo