lunes, 24 de marzo de 2008


En la esquina de tu sonrisa he encontrado un agujero, como conejo y Alicia me deslizo por sus pasadizos y ver dónde me lleva. La oscuridad que se cernía en caída, se abre penosamente y mis ojos comienzan a acostumbrarse a una luz cenital que enfría, que conserva inerte mis movimientos. Me preguntas si siempre será así. Sólo sé que que las compuertas que abro traen pequeños seres diminutos con sus risas socarronas. El sonido del silbato aún pita en mis oídos mientras una música de circo atraviesa el aire sin que aparezcan las fieras. Tu carga, pesada como una losa, se me hace llevadera cuando en el brillo de tus ojos la pantera se refleja. No busco, no encuentro, no peleo, no me interesa un round con los guantes roídos por el paso de un pasado que siempre reaparece. Yo quiero ser libre, esa es toda mi aspiración. Libre para fluir en las aguas de los mares, para flotar sobre las nubes que no anuncian aguaceros. Para limpiar los pensamientos, para confiar en las bondades de los ojos que me miran.
Mi lastre yace enterrado bajo metros de tierra, y sé que se remueven los muertos de mis tumbas. Más yacen descansando, no alteran mi deambular sereno, no demandan peticiones absurdas que contemplar desatenta cuando invisible te diluyes en las horas inciertas. El oficio de enterrador es tan cansado. Siempre atento a las alteraciones terrestres, a las inundaciones imprevistas, a los huracanes violentos que lo ponen todo patas arriba. Estoy cansada de inventar presentes claros, luminosos, alegres, de tactos llenos. Desde mi montaña veo lo pequeño de los tejados sin humo, las hogueras apagadas traen aromas de madera y no hay leña ardiente a primera vista, lo sé. Pero la pira que cuido necesita de atenciones minuciosas, de vigilancias estrechas. No entiende de convenciones ignífugas, ni de planes de incendios.
Lo absurdo de un paraguas en plena estación sin invierno da al traste con los sueños sin escondite, colocándome en un faro que alumbra la niebla húmeda de una noche sin besos.

4 comentarios:

Meiga en Alaska dijo...

Nunca me han gustado los muertos vivientes y espero que esos zombies que te rodean a veces no estén incordiando demasiado, mi niña.

Te quiero mucho y te echo de menos. A ver si algún día chateamos, eh!

mirada dijo...

Es doloroso pero muy hermoso, como lo escribes, es vida pura. Te haces querer, mucho.
Gracias por compartir así.
Un beso

Nuria dijo...

NO sé por qué pienso lo mismo respecto al entierro...
Eso si no he podido reprimir mi miedo al leer "se remueven los muertos de mis tumbas".
Prefiero pensar en otra cosa. Aunque me viene a la mente en imagenes.

Un abrazo

PD: Me alegra tu vuelta.

Anónimo dijo...

tu eres "guay" jajaja ..as� que se libre, y centrate en los ojos de pantera que es lo que te hace llevadero el camino ...
un beso