
Manantiales me nacen en la punta de tus labios, manantiales de palabras, de deseos, de hambre.
Desatas al animal que llevo dentro y se agita asesino, afila colmillos, saca las garras, espera el alimento que se nutre de sangre. Asesina de lo común, lo diario; del despertador que me saca del sueño del notiempo, que me quita la piel de pantera y me convierte en cordero. Yo quiero devorarte, comulgar poco a poco los pedazos de tu carne, beber de tu interior la sima de la vida, el calor del abrazo que no se deshace. Mi pantera ruje hambrienta tras cuaresma.
Como los felinos, amantes ruidosos de lides en calles oscuras por los que no transita nadie, cimbreo mi cuerpo esperando tu venida. Imagino el olor de tu cuerpo y mi piel se eriza sin remedio. El olor, tu olor, ...a un millon de kilometros lo reconocería... El Escalofrío que me recorre sólo él lo provoca. Merodeo nerviosa en torno a mi cola, mis orejas en alerta escrutan el viento por si anuncia el mover de tus pasos, el aliento de tus suspiros. Toda yo prevenida, acechante, presente, por si apareces, me lamo las patas y suavizo mi pelaje. Todo está ya preparado, quizás sea hoy, o quizás no, pero el tiempo salvaje ha llegado y tú aún no lo sabes.