viernes, 12 de marzo de 2010

Escondite


Me escondo de los lugares compartidos en los que la sonrisa es obligatoria. Me escondo tras la prisa y los juzgados, tras los pasos que se pierden en un horizonte sin límite. Me escondo de mis sueños, poblados de fantasmas, de estancias vacías, de países sin bandera, de libros sin páginas. Me hago un ovillo entre mis piernas y juego a rodar por las laderas convencida de que nadie conoce mis contornos, nadie sabe la historia de mi vida, lejana ya, pasada ya, muerta ya. Y ésta que se estira tras las vueltas es alguien sin sombra, alguien sin reloj, alguien que parece congelada o rustida, alegre o vacía. Los ecos de la música que entonamos ya no llega por los hilos telefónicos que me acercaban a tu voz. Las prisas, las prioridades, los malosentendidos campan a sus anchas tras nosotras.
Ya no es tu mano la que agarra la mía mientras el mar acaricia con su sonido nuestro caminar. No encuentro el lugar de tu casa en la mía, y mucho menos conserva la memoria algún rastro de los regalos de la vida en conjunción. Te pierdo en una marea de sinsentidos, de emociones enquistadas, de disculpas para no mirar de frente los reflejos en el agua. Ni las estrellas agrupadas en constelaciones marcan los senderos del pasado. Todo silencio, todo retrasado, todo en espera, como las llamadas interminables de una máquina parlante. Me escondo en mi rincón calentito en el invierno, sin querer sentir que afuera hace frío, que hace mucho mucho frío tras mi nombre en tu garganta.

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