martes, 3 de marzo de 2009

Tabú


Me pregunto a mi misma cuándo un tema se convierte en un tabú. En algo de lo que no se puede hablar sopena de crear un malestar, un enojo, una falta total de empatía en el receptor de las susodichas palabras.

Porque, en principio, todo el mundo estaría de acuerdo en que se puede opinar sobre cualquier cosa. ¿Estamos seguros...? ¿sobre cualquier cosa? Y si resulta que mi opinión sobre las excelencias de tu manera de trabajar no son iguales que las mías, o si a ti te parece que mi relación con mi ex novio es demasiado cercana, o si mi madre o la tuya son unas cotillas.... Entonces ¿podemos seguir hablando como si la cosa no nos tocase?
Yo no sé porqué extraña razón decidí hace muuucho tiempo no ofenderme con las opiniones de los demás. Las que no me gustan paso de ellas, y las que tienen alguna resonancia conmigo las contemplo. Me da igual que opines que mi padre es un tipejo de la peor calaña o si mi hermana lleva una pinta de zorrón verbenero de no te menees, o si mi abuela es una ladrona y guarra... Todo es cuestión de la posición que adoptes frente a la realidad del otro.
Pero hay veces que las opiniones duelen porque vienen de alguien de quien no te da tan igual que diga esto o lo otro, porque ese alguien te conoce, sabe quién o qué eres. Entonces es cuando hay que hacerse cargo de lo dicho, observar el tono con que fue dicho, que lo motivó, la resonancia o no que tiene en nosotros. Por supuesto que habrá quien se equivoqué y no de pie con bola, pero habrá muchas veces que, pese al disgusto inicial, tengamos que replantearnos nuestra postura.

Las peanas, los altares, las urnas de cristal en las que meter situaciones o personas y las vuelven intocables no me parecen la mejor de las opciones para crecer, para relacionarse, para aprender. Podemos y debemos equivocarnos porque es la única manera que tenemos de aprender lo que no sabemos, de evolucionar a posturas que sean más amables con quienes somos en realidad. El inmovilismo, el esto no me lo mientes porque me cabreo, no deja de ser una postura intolerante con la vida que es movilidad, fluidez, cambio. Enquista y no permite una mirada objetiva sobre aquellas cosas y aquéllos a quien amamos, pero que no dejan de ser humanos con sus fallos y sus aciertos, sus virtudes y sus vicios. Reconocer la parte oscura de la realidad, no la hace terrible sino que nos prepara para aceptar que no somos dioses perfectos e inalcanzables. Todos, todos, todos tenemos algo que no nos gusta de nosotros mismos o de nuestras familias, sin que por ello tengamos que odiarnos o maldecirles...

3 comentarios:

Petri dijo...

yo tengo los mismo temores, ofender con mis creencias y mis opiniones porque en algunas situaciones soy la ofendida, supongo que lo que más importa en estas ocasiones es el tono, el marca la diferencia

mirada dijo...

Sigo pensando que los sentimientos pueden ser buenos, puedes llegar a sentir tanto o más según lo sensible que seas. Pero los actos son los que más nos construyen o la falta de ellos, los que nos dejan sin energía.
Miles de besos.

Petri dijo...

Que paso con esa historia tan linda del espej?o
un beso