
Rey de los Hunos, dice el dicho que por donde pasaba no crecía la hierba en clara alusión a lo numeroso de su ejército y el uso de elefantes como vehículos de transporte terrestre, vamos lo que vendría a ser en la actualidad uno de esos tanques con ocupación externa.
Pues una vez hechas las presentaciones puedo decir que me he sentido como él gran parte de mi vida. Desde la adolescencia he pensado que yo era una especie de atila amiguil que exterminaba a las personas de mi entorno y comenzaba nuevos conocimientos. Así en un círculo interminable. Una y otra vez a lo largo tres décadas me enfadaba con mis amigos y hacía unos nuevos. Mi interlocutor tal vez se esté preguntando en este mismo instante qué hay de raro en cambiar de amigos. Nada. Pero yo tenía la extraña impresión de que no cuidaba bien mis relaciones y por eso se iban al traste. O lo que es lo mismo, que la culpable siempre era yo. Que había algo en mi carácter que me hacía tan intolerable que acababa por estropear algo hermoso.
Hace unos días hablaba con una de esas amigas del alma con cuya amistad me hace sentirme afortunada y me dijo que ella no tenía esa impresión de mi, más bien lo contrario. Y hace breves momentos me puse a pensar en cuáles son mis amigos y hace cuánto tiempo les conozco. Cuantitativamente hablando tengo amigos desde el instituto. He cambiado de ciudad en tres ocasiones y mantengo amistad con personas de esas tres ciudades.
Todo este rollo viene a mi descubrimiento, evidentemente teórico, de que la vida te deja determinadas personas, pocas en número pero grandes en sentimiento, en comunicación, en cuidado, en libertad, en independencia, en definitiva en AMISTAD. Y eso es lo importante. Esa etiqueta sobre la necesidad de relación amistosa con un montón de gente es tan absurda como lo es una película americana sobre la animadora popular. Todas las ideas que nos inculcan sobre la socialidad, sobre la necesidad de perdernos o identificarnos en un grupo no me valen ya. Reivindico la individualidad en este segundo de descubrimiento. La individualidad como relación de individuos, de persona a persona, chic to chic. No más grupos tomados como un bloque, solamente nombres propios. Y si después el /ella decide unirse en un ellos ocasional y voluntario fantástico.
La verdad es que no puedes escaparte de ti mismo. Todos y todas cuando nos metemos en la cama, justo en este instante en que los ojos se cierran y todo se diluye, estamos SOLOS. Me gustaría compartirme desde ahí. Desde estar a gusto en ese instante y a la mañana siguiente cuando abro los ojos. Pensando que es la vida la que se lleva personas de tu lado, dar las gracias por el tiempo compartido y seguir caminando y encontándote compañía con la que caminar el rato que nos toque. Mirando crecer la hierba en los lados del sendero.