Descolgó el teléfono con la esperanza de sentirse entendida. Pero lo que se encontró al otro lado del hilo fue el yo-mi-me-conmigo de los últimos años de relación con Paco.
Paco era Fran, así lo habían conocido siempre familiares y amigos. Cambió de nombre al enamorarse.
A simple vista puede parecer que el cambio no deja de ser algo simple, unos fonemas por otros... que más dará... Pero lo que le ocurría a Fran, ahora Paco, era una transformación total.
No solo se transformaba el mismo, sino absolutamente todo lo que le rodeaba. Vivía con tal intensidad el amor, que recordaba a esas personas que aprietan los dientes de emoción al acariciar un cachorrito o un bebe y que más pareciera que lo que quieren es estrangularlo o comérselo.
Su relación con Paco-Fran había evolucionado y enriquecido en el paso del tiempo, esta vez, además, el cambio del susodicho lo había provocado Amalia, una de las mejores amigas de Marta. La alegría de que estas dos personas estuvieran juntas ocupo los primeros meses de la relación. Pensaba que estaban hechas la una para la otra y, pese a los conflictos de reajuste de toda pareja, el futuro se aparecía esperanzador como una mañana de verano.
La primera vez que se vio salpicada en medio de una de sus crisis, pensó que no era justo y advirtió que algo había en Paco que le hacia sentirse inseguro o atacado por ella, lo preguntó pero obtuvo un no-se por respuesta, no fue un NO rotundo, este nose permanecería de telón de fondo de su amistad desde entonces como una forma de negación, de sospecha, de duda de la valía personal.
De ser amigos del alma, Marta comenzó a tener que andar con pies de plomo, a medir cada una de sus palabras.
-Trátanos por separado y no como una unidad- le pidió Amalia.
Un aprendizaje para Marta que pasó de la espontaneidad y la confianza, al “cuidado donde pongo el pie porque hay bombas por todas partes”.
Pero el tiempo fue marchando, se refundaron los cimientos de una relación cambiada y poco a poco Marta volvió a sentirse cómoda.
En este periodo se relacionó fundamentalmente con Amalia. Paco andaba de la Ceca para la Meca trabajando de aquí a allá. No había contacto directo entre ellos, la mayor parte de los mensajes que Marta le envió quedaron sin contestar. Quizás porque no era lo suficientemente importantes, o no servían para nada... Marta recordaba lo que una vez le dijo una buena amiga: lo que siempre esta ahí acaba por carecer de valor, es gratis, no necesita esfuerzo y por lo tanto uno no se preocupa en cuidarlo hasta que desaparece.
Comenzó a percatarse de que ella era opcional, accesoria y prescindible, funcionaba como puente entre ambos. A su persona arrogante, orgullosa y ciertamente inestable cuando le tocaban los cariños, no le gustó demasiado este descubrimiento. Funcionaba como una especie de válvula de escape entre ellos, parecía que cuando peor estaban, necesitaban un tercero sobre el que descargar su frustración. Marta era el mejor vértice del triangulo que podían tener: el cariño por ambos les perdonaba cualquier desprecio, vuelta de tuerca, sospecha, injusticia.... Les cuidaba mas a ellos de lo que se cuidaba a si misma, pensando que su amistad estaba muy por encima de los estragos del tiempo y de los malos-entendidos. Los limites en aquella amistad eran siempre puestos por ellos, Marta mas parecía una mendiga que una adulta en una relación equilibrada.
La situación no fue a mejor, las broncas entre la pareja eran cada vez mas frecuentes, Amalia la llamaba por teléfono cuando su ansiedad aumentaba ante los desencuentros con Paco. Acababan sacándole hierro o buscando una visión distinta del conflicto en cuestión, que normalmente se derivaba de mirarse demasiado el ombligo. La intención de Marta era tranquilizar y pacificar a Amalia, el acercamiento a Paco, el poder ponerse en sus sandalias. Había en ella un interés por mantenerles juntos que realmente no le correspondía. Se daba cuenta de que se movía en terreno resbaladizo pero la angustia de su amiga le pareció más importante que su propia seguridad.
Aunque sus conflictos tenían la consistencia de una pompa de jabón, sabia que las cosas no son mejores ni peores sino que dependen del valor y la mirada que le asignemos.
Y así, semanas, meses. Marta aprendió a quitarse del medio, a rebajar su orgullo, a que no le doliese sentirse un instrumento entre estas personas.
Hasta que llego el día... Ocurrió en unos minutos. Estaba sentada, tomando café con Amalia mientras Paco, escondido, escuchaba su conversación desde la ventana.
Amalia describía como se sentía, lo que ocurría, lo que quería, Marta comentaba sus impresiones, lo que a ella le pasaba en su propia vida, lo que había aprendido, una charla entre amigas sin filtros, con libertad porque se sabe que la otra es amiga, parte del alma de una, la persona que no te traiciona, la que te quiere y quiere lo mejor para ti, aquella en la que confías
Marta fue perdiendo el color, tonalidad tras tonalidad en una gradación que la llevo a hacerse una con el paisaje. A trabes de su estomago podía verse el muro que sostenía los mirtos, el grifo del agua, el color tostado de la pared, el viejo carballo del campo de atrás, ...
Amalia ni se percató de su desaparición, siguió hablando y hablando hasta que Paco la tomo de la mano y se fueron.
Nunca mas se supo de Marta, solo cuando la brisa se arremolina en las esquinas se escucha un suspiro que recuerda a la voz de Marta, dicen que en los días de temporal el suspiro se transforma en un porque? que recorre el mundo de cabo a rabo.
Paco era Fran, así lo habían conocido siempre familiares y amigos. Cambió de nombre al enamorarse.
A simple vista puede parecer que el cambio no deja de ser algo simple, unos fonemas por otros... que más dará... Pero lo que le ocurría a Fran, ahora Paco, era una transformación total.
No solo se transformaba el mismo, sino absolutamente todo lo que le rodeaba. Vivía con tal intensidad el amor, que recordaba a esas personas que aprietan los dientes de emoción al acariciar un cachorrito o un bebe y que más pareciera que lo que quieren es estrangularlo o comérselo.
Su relación con Paco-Fran había evolucionado y enriquecido en el paso del tiempo, esta vez, además, el cambio del susodicho lo había provocado Amalia, una de las mejores amigas de Marta. La alegría de que estas dos personas estuvieran juntas ocupo los primeros meses de la relación. Pensaba que estaban hechas la una para la otra y, pese a los conflictos de reajuste de toda pareja, el futuro se aparecía esperanzador como una mañana de verano.
La primera vez que se vio salpicada en medio de una de sus crisis, pensó que no era justo y advirtió que algo había en Paco que le hacia sentirse inseguro o atacado por ella, lo preguntó pero obtuvo un no-se por respuesta, no fue un NO rotundo, este nose permanecería de telón de fondo de su amistad desde entonces como una forma de negación, de sospecha, de duda de la valía personal.
De ser amigos del alma, Marta comenzó a tener que andar con pies de plomo, a medir cada una de sus palabras.
-Trátanos por separado y no como una unidad- le pidió Amalia.
Un aprendizaje para Marta que pasó de la espontaneidad y la confianza, al “cuidado donde pongo el pie porque hay bombas por todas partes”.
Pero el tiempo fue marchando, se refundaron los cimientos de una relación cambiada y poco a poco Marta volvió a sentirse cómoda.
En este periodo se relacionó fundamentalmente con Amalia. Paco andaba de la Ceca para la Meca trabajando de aquí a allá. No había contacto directo entre ellos, la mayor parte de los mensajes que Marta le envió quedaron sin contestar. Quizás porque no era lo suficientemente importantes, o no servían para nada... Marta recordaba lo que una vez le dijo una buena amiga: lo que siempre esta ahí acaba por carecer de valor, es gratis, no necesita esfuerzo y por lo tanto uno no se preocupa en cuidarlo hasta que desaparece.
Comenzó a percatarse de que ella era opcional, accesoria y prescindible, funcionaba como puente entre ambos. A su persona arrogante, orgullosa y ciertamente inestable cuando le tocaban los cariños, no le gustó demasiado este descubrimiento. Funcionaba como una especie de válvula de escape entre ellos, parecía que cuando peor estaban, necesitaban un tercero sobre el que descargar su frustración. Marta era el mejor vértice del triangulo que podían tener: el cariño por ambos les perdonaba cualquier desprecio, vuelta de tuerca, sospecha, injusticia.... Les cuidaba mas a ellos de lo que se cuidaba a si misma, pensando que su amistad estaba muy por encima de los estragos del tiempo y de los malos-entendidos. Los limites en aquella amistad eran siempre puestos por ellos, Marta mas parecía una mendiga que una adulta en una relación equilibrada.
La situación no fue a mejor, las broncas entre la pareja eran cada vez mas frecuentes, Amalia la llamaba por teléfono cuando su ansiedad aumentaba ante los desencuentros con Paco. Acababan sacándole hierro o buscando una visión distinta del conflicto en cuestión, que normalmente se derivaba de mirarse demasiado el ombligo. La intención de Marta era tranquilizar y pacificar a Amalia, el acercamiento a Paco, el poder ponerse en sus sandalias. Había en ella un interés por mantenerles juntos que realmente no le correspondía. Se daba cuenta de que se movía en terreno resbaladizo pero la angustia de su amiga le pareció más importante que su propia seguridad.
Aunque sus conflictos tenían la consistencia de una pompa de jabón, sabia que las cosas no son mejores ni peores sino que dependen del valor y la mirada que le asignemos.
Y así, semanas, meses. Marta aprendió a quitarse del medio, a rebajar su orgullo, a que no le doliese sentirse un instrumento entre estas personas.
Hasta que llego el día... Ocurrió en unos minutos. Estaba sentada, tomando café con Amalia mientras Paco, escondido, escuchaba su conversación desde la ventana.
Amalia describía como se sentía, lo que ocurría, lo que quería, Marta comentaba sus impresiones, lo que a ella le pasaba en su propia vida, lo que había aprendido, una charla entre amigas sin filtros, con libertad porque se sabe que la otra es amiga, parte del alma de una, la persona que no te traiciona, la que te quiere y quiere lo mejor para ti, aquella en la que confías
Marta fue perdiendo el color, tonalidad tras tonalidad en una gradación que la llevo a hacerse una con el paisaje. A trabes de su estomago podía verse el muro que sostenía los mirtos, el grifo del agua, el color tostado de la pared, el viejo carballo del campo de atrás, ...
Amalia ni se percató de su desaparición, siguió hablando y hablando hasta que Paco la tomo de la mano y se fueron.
Nunca mas se supo de Marta, solo cuando la brisa se arremolina en las esquinas se escucha un suspiro que recuerda a la voz de Marta, dicen que en los días de temporal el suspiro se transforma en un porque? que recorre el mundo de cabo a rabo.
3 comentarios:
El amor romántico casi siempre gana al amor de amigo.. o eso parece.
una triste historia.
Como escribiste unos días atras algunos amigos estan para algunos momentos y luego desaparecen casi sin darte cuenta en el cajón de los recuerdos y muchas veces sin saber por qué.
un beso.
y por mas que lo sabemos lo seguimos haciendo yo tengo la suerte de intentar mantener y sabe sseparar las relaciones muy bonita historia me ha encantado es tierna y triste...
Mercedes dijo...
Me quedaré siempre con los buenos recuerdos, aunque me engañó como a una tonta, me traicionó. Poquito a poco todo se supera;lo que me queda es que para mí fue real y eso es lo que importa porque yo sí que AMÉ con toda mi alma y eso es lo más maravilloso que se puede sentir y dar en la vida.
Un abrazo, Nuria.
9 de julio de 2009 18:55
ana p. dijo...
Si. Todos los dias de mi vida sera mi primer y ultimo pensamiento. Aunque no le recuerde durante el dia, aunque nada me lo traiga a la memoria. Me acostare pensando donde estara y me levantare alargando la mano sin encontrarle.
14 de julio de 2009 11:08
Mercedes dijo...
Dime: ¿pero eso no duele,a veces, demasiado?...
Un saludo, ana p.
20 de julio de 2009 11:37
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