jueves, 21 de julio de 2011

Porqué tantos porqués


Llegamos un buen día a este mundo, salimos del vientre de nuestra madre, que se ha ido convirtiendo en un espacio angosto que nos oprime obligándonos a cambiar nuestro habitat. Salimos y lloramos, lloramos por el dolor de ensanchar los pulmones, de abrirlos para respirar. Porqué duele, porqué hay tanta luz, porqué hace tanto frío?. Hasta este momento todos nos planteamos los mismos porqués. Todos juntos y en el mismo momento.
Con el crecimiento y la infancia llegan porqués diversos. Por qué tengo que hacerlo yo y no mi hermana, por qué mi abuela no me lleva a mi y si a mi hermana, por qué he de jugar con mi hermana si lo que yo quiero es leer, por qué tengo que dormir con mi hermana. Po rqué papá nunca está en casa, por qué mi madre está de mal humor, por qué mis abuelos no bajan a mi casa, porqué porqué porqué.... Porqués distintos o iguales, situaciones diferente o parecidas, nos vamos llenando de porqués individuales, que nos hacen como personas.
En la adolescencia llegan las grande preguntas: por qué me salen granos, por qué me tiene que venir la regla, por qué mis amigos se ríen de mi cuerpo, por qué no puedo salir por la noche si mis amigos lo hacen, por qué tengo que llevarme a mi hermana, por qué mi hermano sale hasta más tarde, por qué siempre he de recoger la mesa, por qué hablo con todos los chicos menos con aquel, por qué me da un vuelco el corazón cada vez que me mira, por qué me mareo si sólo he tomado dos cervezas, por qué me metiste los dedos en la garganta ayer por la tarde, por qué me habré enrrollado con ese tío si no me gusta, por qué hay que estudiar esto si no sirve para nada, por qué tengo que hacer esta carrera, por qué no elijo yo, por qué se ha tenido que morir el abuelo, por qué ya no somos una familia feliz, por qué papá grita, por qué mamá llora, por qué mi madre me cuenta cosas que no debería de saber, por qué no lo han hecho antes, por qué estoy sola, por qué siento un vacío en el pecho, por qué no colgamos clase, por qué no nos bebemos unos vinos, por qué no nos fumamos unos porros, por qué no me besas, por qué arde mi vientre, por qué en este instante no existe nada.
Y así las experiencias que acumulamos van dejando su montañita residual de porqués. Entramos en el mundo laboral, en el mundo adulto y los porqués tienen que ver con salarios, bancos, procrear o no, casarse o no, hipotecarse o no, seguir siendo joven o no, volar en ala delta o no, nudismo o no, seguir probando drogas o no, cambiar de trabajo o no, comprar coche o no, viajar o no etc. etc. etc.
Ayer te preguntabas en voz alta por qué se había ido, porqué el amor se le disipó como la niebla en verano. Por qué no podiáis hablar como lo haciáis antes, por qué te habías convertido en ese extraño al otro lado del teléfono. Por qué tenías cita previa para ver a tus hijas, por qué sentías dolor en vez del palpitar del corazón, porqué habías llegado a una situación que ni imaginabas, por qué no eras especial, como te considerabas, y eras uno más en la humanidad. Porqué el amor no dura siempre, por qué da lugar al odio o al olvido, por qué se fue. Por qué no te atrevías a dejar definitivamente el que había sido vuestro hogar, por qué vuestros amigos se convirtieron en sus amigos, porqué el tiempo pasaba tan despacio, por qué te sientes tan sólo, porqué la confianza y la seguridad habían desparecido, por qué ya no soñabas, por qué se marchó. Por qué se defiende, por qué quiere enterrarte en un nicho de olvido, por qué no te reconoce, porqué las noches se te hacen eternas, porqué los días parecen medidos en un reloj de arena, por qué tus ojos se empequeñecen cuando estás a solas, porqué las lágrimas son calientes, por qué no quieres hablar de ella pero no puedes dejar de hacerlo, por qué te apartas de los que te aprecian, por qué te sientes un perdedor. Por qué te ha abandonado.
Hay porqués que obtienen las respuestas precisas, unas tardan más, otras son más inmediatas. Yo no puedo responder a tus porqués, sólo puedo decirte que los míos están sin contestar, que hay días que me olvido de que tengo preguntas pendientes, que hay otros que se respondieron con actos y sin palabras. Los que siguen ahí, durmiendo el sueño de los justos, vienen conmigo como viene mi piel o el color de mis ojos. No te puedo asegurar que se contesten, lo que si puedo asegurarte es que ya no duelen como puñales. Llega un momento en que la pregunta deja de ser porqué y se convierte en Cuándo.
Cuando no necesites respuestas

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Espectaculares las dos últimas frases
Resumen perfecto
Besote
(Si, soy Yo)

Humberto Dib dijo...

Una hermosa reflexión, Ana, creo que uno nunca deja de hacerse preguntas, son inmensamente necesarias. Siempre admiré más al que hace una pregunta que al que da una respuesta.
Besos.

mirada dijo...

:-) si, es así..
muchas gracias, tesoro.
Besos

Petri dijo...

Si no nos hacemos preguntas que aburrido. Tampoco evolucionaríamos
la ultima frase esta genial, cambiar el por qué por cuando.

Ricardo Miñana dijo...

Buena reflexión, a veces necesitamos profundizar en el porque de las cosas.
que tengas una feliz semana.
un abrazo.