lunes, 25 de julio de 2011


La máscara que cubrió mi rostro
despedazada,
transcurridas estaciones y trenes,
en el rostro el corazón
en el corazón la paz
en el deseo encuentro sin barreras.
En la intención el azar.

No somos ni en el recuerdo, ni en los escasos momentos en los que pareces sacar tu gran cola de pavo real. No me impresiona la familia feliz, la carrera exitosa, la purpurina que cubre de oro la piel del personaje y que necesita de los focos que la hacen brillar porque no tiene luz propia.
No necesito tus palmas en mi canto, ni siquiera que no borres las sílabas de mi nombre. No quiero una relación vacía en la que las sonrisas estén pactadas de antemano. En la que los gestos sean coreografías de lo políticamente correcto. El corsé con que te aprietas no me cabe, jamás ceñirá mis carnes por muy ajadas que estén. Prefiero la soledad al fingimiento; la oscuridad a los neones. Si mi nombre te molesta quema los diccionarios, arranca los almanaques, cierra los espacios de escritura, porque mi nombre no lo borrará tu desidia, ni tu olvido, ni tu desprecio, ni siquiera el arrepentimiento de usarlo en demasía en lugares mudos. Mi nombre te seguirá hasta el límite del mundo, aunque no quieras, aunque huyas, aunque pretendas que no exista. Yo soy la que conoce tu máscara

1 comentario:

Petri dijo...

Mascaras y corses, que difícil desprenderse de eso, hay que tener mucha fuerza para no sucumbir a lo políticamente correcto.
Un besazo.