viernes, 5 de agosto de 2011

Roce en el querer


Decía la canción que un roce en el querer dobla a cualquier hombre (entiéndase hombre en el sentido más genérico y menos de género del término). Paseo por los blogs de amigos de los amigos en este verano tan raro, tan de parón, tan otoñal que estoy viviendo en estas tierras del Norte. En todos los blogs las heridas se parecen, cauterizadas algunas, sangrantes otras, infectadas las menos.
Me pregunto cómo es posible que tras tantos años de ¿evolución? con tantas re-voluciones a nuestras espaldas, no hayamos encontrado la manera de llevarnos bien.
La manera de no hacer daño cuando una relación se acaba, el camino del encuentro y no del desencuentro. Las relaciones son el campo de tiro del desarrollo del ser humano. No podemos vivir ni con ellas ni sin ellas. Los que están en pareja quieren no tenerla, los que no la tienen quieren compañía... no hay Dios que nos comprenda. Siempre en contradicción, siempre en búsqueda, eternamente insatisfechos.
Los escasos momentos de serenidad se nos escapan entre las prisas, deberes, obligaciones, trabajos, deseos. No hay tiempo para disfrutar del mudar de una flor, de la humedad del aire, de una mirada bonita.
Creamos un mundo que absorbe la belleza y la convierte en rutina. Las lunas pasan por nuestros cielos ocultando un mar de estrellas que cegamos con luminosas mucho más artificiales. Los amaneceres se suceden sin ser observados. El amor inicial se transforma en silencio, desidia, rutina, asepsia sentimental. Y si miramos atrás? Si miramos atrás nos convertimos en piedra