Profesión, profes-or, -ar, profes-ional.
(Del
lat. professĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de profesar.
2. f. Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa.
3. f. Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.
hacer ~ de una costumbre o habilidad.
Profesar
(De profeso).
1. tr. Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etc.
2. tr. Enseñar una ciencia o un arte.
3. tr. Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello. Profesar amistad, el mahometismo.
De todas estas acepciones (gracias a la corrección gramatical de una compañera, bueno, al menos de oficio) la que más me gusta es esta última. Amistad e inclinación. Ser amigo de los actos por los que sentimos predilección, en definitiva, ser amiga de una misma, estar inclinada hacia la dirección en la que sonreimos, nos apasionamos, en la que el tiempo deja de contar y todo alrededor se vuelve borroso.
He tardado 18 años en encontrar la profesión de profesar de profesora. Comenzó siendo algo muy parecido a una procesión, con su imagineria dolorosa y la promesa celestial. Ahora sigo en el camino que nunca se cierra, en el camino que se bifurca para todas partes, sin saber nunca a donde te va a conducir. En el camino de interrogarse, de dudar si puedo hacerlo mejor, si hay algún interés oculto tras de mi tarea. Descubriendo curriculums ocultos, descubriendo los jirones de enseñanzas antiguas y caducas, que reinventar, que cubrir con nuevos pensamientos y emociones.
Esta profesion que profeso me enseña todos los días cosas nuevas, me cuestiona todo, me reta para ser mejor persona, para no quedarme en lo caduco, para ordenar mi sistema de prioridades. A veces me siento como en una cuerda floja, con todos esos pares de ojos que me miran, esperando el gran salto mortal que acabe en caida al vacio. Nunca nos dijeron que los profesores se equivoquen, yo creo que es en esto en lo que consiste nuestra tarea. Mostrar que nada viene del acierto, que todo nace del probar, una y otra vez, límites, fronteras, nuevos horizontes, caidas y recaidas, sueños, quimeras, fracasos... ¿Acaso no es eso la vida??? No tenemos que levantarnos una y otra vez, reinventando, adaptando, revisando???
Por qué un sistema de enseñanza en el que se tiene tanto miedo al error????
Se habla de fracaso escolar y se cuantifican contenidos y memorias, por qué no enseñar a aprender del error, a errar, a reponerse de ellos, a darles la vuelta y hacer que se vuelvan luminosos, fecundos, preñados de sabiduría.
A-prender si fuese esta palabra etimologicamente así, significaría no sujetar.... no fijar, dejar suelto... ¿Qué maravilloso serían las escuelas entonces no?
Para ellos y ellas, para nosotros y nosotras, que dulce la vida en la que el error no se recrimine, sino que se premie, como el pie premia al primer escalón que le conduce a su destino.