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Si me niego el amor, ese que nace a borbotones en mi cabeza convirtiéndola en río. Ese que da alas a mi espalda, volando agarrada a la esquina de una boca que me regala palabras de color rojo mientras salto charcos con mis botas amarillas.
Si me rindo, si me conformo, si doy creencia a los consejos que me dicen que lo que busco no existe. Que nunca ha existido fuera de la lírica y los escenarios. Si dejo de contar estrellas y la luna no me provoca un escalofrío porque conozco su órbitas, su peso, su tamaño. Si no sueño desiertos en los que el sol baña las dunas con los colores de los brazos que se encuentran.
Si me niego la esperanza de poder amar y ser amada, con pasión, con entrega, con la intensidad de un volcán que se enciende y se apaga porque no es posible arder con fuego eterno sin quemar el prado bajo los pies. Qué seré? Acaso alguien tranquilo, sosegado, entregado a frenéticas actividades que llenen las estancias vacias de violoncellos. Acaso podré reconocerme? Pero y si nunca llega... me encontrará la amargura tiñiendo de gris las rosas del jardín? Quemando fotografías de aquel verde esplendor? Sin nada que nazca de las entrañas, sin nada que nazca del corazón. Doblada, enconrvada, endurecida como un cuervo que ya no grazna