martes, 27 de enero de 2009

HUMANIDAD


Vigo, 26 de enero del 2009

Hospital Xeral. Urgencias tocología

Hay profesiones a las que se nos supone la humanidad: profesores, médicos, enfermeras, socorristas, cooperantes... Este fin de semana he tenido un serio encontronazo con la humanidad de la profesión sanitaria.
Estaba embarazada de cinco semanas, mi primer embarazo a los 43 años, cuando comenzó el sangrado. Corriendo a urgencias. Horas de espera: de las 8 de la mañana a las 3 de la tarde. Comienzo a percatarme de que sin barriga, en la planta de tocología, no existes. Diagnóstico: pérdidas, feto aún con latido, riesgo de aborto. Recomendación: reposo total. Salgo de la planta con las palabras aún hay latido, en mi mente.... todo lo demás es secundario.
Sigo las recomendaciones médicas y me meto en la cama. Comienzan los dolores. Al principio no son más fuertes que los dolores de regla pero, a medida que pasa el tiempo, aumenta sangrado y dolor en igual proporción. Volvemos a urgencias.
Esta vez estamos solos, mi pareja y yo. Bien! no tendré que competir por la visibilidad con las barrigas ajenas, pero a cambio habrá que esperar porque los tocólogos y comadronas están atendiendo partos.
Cuando por fin, se desocupan me encuentro con una tocóloga amable, que te mira a los ojos, que te pregunta cómo es tu dolor, que te trata con delicadeza cuando introduce cosas en tu interior. Sigue habiendo latido. Bien!
El resto del día y al día siguiente me retuerzo del dolor en la cama. LLevo tres días sin dormir bien y las pastillas que puedo tomar me hacen el efecto de una gominola, pero las indicaciones son pasarlo y no ir si el desangre no es total. El domingo por la noche la sensación de embarazo desparece, me acuerdo de miri y sé que mi hijo ya no está. Aguanto un poco más.

Llega el lunes. No puedo ni andar del dolor, mi madre me recoge y se asusta al verme. Volamos a urgencias.
Piden una silla de rueda y los celadores juegan un rato al cógela tú, no venga vete tú que estás más cerca. Yo respiro como si estuviera pariendo, por fin me traen la dichosa silla. Me lleva una celadora a toda prisa por el pasillo, el traqueteo de la silla me produce más dolor. Le pido si puede llevarme más despacio. Bache, salto y respuesta: -Te vienen a buscar ahora-. Me deja en una sala de espera, no sé porqué tenía tanta prisa para dejarme veinte metros más allá. Llega mi pareja, me toca los hombros, me siento por fin acompañada.
Diez minutos de dolor intensísimo después aparece la enfermera, con idéntica conducción de silla. Mientras subimos a planta, otra auxiliar comenta que ella no va a la planta 2ª ni loca, que si está infestada, que si no paran, que si a ella no la cogen en otra, que menudo coñazo... La chica embarazada que va a mi lado y yo simplemente no existimos.
En planta sigue la loca conducción de silla hasta que me meten en consulta. Mi madre comenta -¡que bien, que la van a atender ya! No los dejan pasar conmigo y las puertas abatibles se abanean tras de mi mientras ellos me miran con preocupación.
Me dejan tirada tras las puertas, mi dolor crece y crece, se infla como un globo. En frente dos embarazadas me miran con compasión, cuando comienzan a caerme las lágrimas una de ella me da un paquete de clinex. Clavo mi mirada en cada persona con bata blanca que pasa. Soy invisible. Paro a una enfermera, -por favor estoy sangrando mucho y me muero de dolor-. La oigo comentarlo dentro. Nadie se mueve. A mi alrededor mujeres con enormes barrigas van entrandoy saliendo del ecógrafo. Otras llegan con pérdidas, las pasan a cama y las monitorizan. Tengo la sensación de que me harían más caso si me metiese una almohada bajo mi camiseta. Vuelvo a parar a otra enfermera. Mismo resultado. Las dos mujeres que estaban conmigo ya han acabado y se van con sus parejas. Sigo esperando. Entra un visitador médico que entre risas habla con una médica, o futura médica por su edad, están quedando para no sé qué viaje. La chica rie y se contonea. Yo la odio en silencio.
Una mujer me cambia de sitio pues he colocado mi silla de ruedas en medio de la puerta, saludo a mi madre y mi pareja. -Perdona te voy a cambiar de sitio-. Me dice.
-Tranquila -digo yo- me pongas donde me pongas aquí no me ve nadie.
Cuando el dolor es ya del todo insoportable y no puedo más que llorar, me pasan de la silla de ruedas a una silla normal al lado de una puerta en la que se supone, me van a atender.
-Pero mujer no llores, qué te pasa.- Me pregunta un chica muy joven con aire condescendiente
- Qué me pasa? Me retuerzo del dolor, llevo más de una hora ahí tirada, me habéis ido a buscar a una sala en la que no estaba. He tenido que gritar estoy aquí y tú me preguntas qué me pasa????-
Se disculpa con la saturación de trabajo que tienen. Lo entiendo pero eso no disculpa el trato de invisibilidad de sus compañeras. Una planta llena de mujeres y nadie que te vea, te hable, te consuele o te acompañe mientras sufres??? En fin. Me muerdo la lengua y sigo esperando.
Por fin me atienden. Veo que está la tocóloga de la segunda vez, me tranquilizo al verla. Se está marchando, pero cuando le recuerdo la visita del sábado decide esperar un poco. Me desnudo y al ecógrafo. Ella se pone a mi lado me trata con cariño y me mira. Me informan de que no hay nada, que he debido de expulsar a mi hijo. Hay un silencio denso, pesado. Estan esperando a que me eche a llorar. No lo hago, tengo tanto dolor físico que no hay espacio para el emocional. La tocóloga riquiña se despide y me dice que no me preocupe, que estoy limpia. No hay que hacerme un legrado.
Me visto. Mientras ha entrado la médica que hablaba con el visitador.
-Pero, aún estás así- Pregunta a su compañera que está haciéndome recetas.
- Apura, que está la sala llena. Le has explicado ya? NO?- Me mira- Bueno ya sabes que tienes que tomarte esto y lo otro, y esperar a que lo de aquello y lo de más allá. Yo sólo oigo blablablabla y siento su prisa porque me vaya, porque entre la siguiente vaca para atender, el próximo número, la siguiente en la compra de la salud...
El dolor sigue ahí, no me han dado ni un analgésico, ni una palmadita, ningún acercamiento que me hiciese sentir que son humanas, que entienden mi situación, que preteden ayudarme. Ya no hay latido. Mi gran aventura se acabó aquí, ya no hay latido y sólo un dolor físico enorme, la sensación de invisibilidad más grande de toda mi vida, y un hueco en mi vientre que es un abismo.

Y la verguenza de pertenecer a una especie tan deshumanizada, en la que nos hemos convertido en un número, en un reloj, en cantidades que hay que medir, controlar, desocupar.... Es posible un mundo mejor? Espero que si. Porque si no es posible me pregunto qué van a hacer nuestros hijos el día de mañana, se habrán hecho insensibles. Serán una especie de robots eficacísimos para el trabajo e incapaz de cualquier conmoción emocional? Yo quiero ser madre, pero me preocupa el mundo al que quiero traer a mi hijo. Un beso cariño, nos vemos cuando tú quieras. Te esperaré

jueves, 22 de enero de 2009

Herida

Tengo una herida que es un río,
que se abre y se cierra,
que se contrae hasta que desaparece
cerrando todas sus puertas.
Nunca la llamo, nunca la espero
y cuando menos doy cuenta,
aparece y,
sin resuello,
se lleva todas mis señas.

De cristales y de agua se llena,
la profundidad de la tristeza.
Lo que restamos en las sumas,
lo que no conservamos en memoria,
lo que se esconde
y nos acecha.
Hay dolores del alma,
dolores que no son presentes,
que pertenecen a otras tierras
y que, recogidos en pentagramas,
resoplan tras las puertas.

No abro ventanas para que venga,
pero todas las cerraduras fuerza
cuando declaro en voz alta
que ya se fue, que estoy de vuelta.


A esta herida renuncio
sin conseguir que no vuelva,
con otra ropa, otro tiempo,
otra vuelta de tuerca.

Su color es apagado,
su nombre...
mi exigencia,
de reparación del daño
que sin limpieza deja
humores, restos,
cascadas que no cesan.

martes, 20 de enero de 2009

Llamada




Cuando recibas mi llamada,
no te escondas en las nieves,
pues el fuego de mi alma
calienta para que medres.

Si me encuentras distraída,
buscando hongos y chisteras,
recupera mi mirada
restituyendo la senda.


Te busco hace tiempo
sabiéndote
entre tinieblas.
Cuando te alcanzo te desvaneces
sin dejar apenas huella.
No extiendo mi mano y te apareces
sin reserva
para anunciarme tiempos de juegos,
leche materna y espera.
Por eso yo te conmino a que acabes a mi vera,
para que no me abandones antes de que crezca la hierba.
A los antiguos convoco,
círculos y tierra,
que sus luces acompañen al ser en esta esfera.
Sin fanfarrías y albricias, que enmudezcan el mensaje
elevo preces de humo, pétalos, escaramujos sin triquiñuelas,
para que la soledad no pierda aniversarios futuros,
y dé bienvenida a la vida que derriba las aceras.




lunes, 12 de enero de 2009

Esperas


Hay esperas incómodas, como clavo en silla.

Esperas angustiadas volando en torno a luces inalcanzables de un tiempo que ya no es.

Esperas inconclusas que alargan los números de los relojes de arena.

Esperas eternas de las que no hay vuelta.

Esperas gastrointestinales más largas en el género masculino.

Esperas luminosas que llenan el cuerpo de pentagramas de sol.

Esperas caducas como las hojas de los castaños.

Esperas cuadriculadas con colas ordenadas simetricamente.

Esperas linguae cada vez que me interrumpes y no puedo acabar mi frase.

Esperas efervescentes cuando late mi cuerpo al ritmo de tus pasos en la escalera.

Esperas condenatorias precedidas por un dedo acusador.

Esperas predecibles como el paso de los años.

Esperas inservibles que son una pérdida de tiempo.

Esperas dulces que traen nuevos seres a este mundo.

Esperas que no desesperan porque te llenan de alegría, de serenidad... Hay esperas que esperamos toda la vida.